Última actualización el 2016/05/25
«Ya no hay que contestar a la pregunta ¿dónde ir?, sino a esta otra: ¿Dónde estás?”
Michel Serres
Hace más de veinte años, cuando recién se difundía públicamente la World Wide Web, publicaba el filósofo Michel Serres su obra “Atlas” (1) donde nos planteaba: “Sin un plano, ¿cómo recorrer la ciudad?… Si nos hemos perdido, nos encontramos gracias a él.” (p. 11) El espacio que nos rodea y en el cual creemos que discurre llanamente nuestras vidas cambia de forma irremediable y exige otros mapamundis. Además, afirmaba que al viajar de forma diferente, ya no vivimos, efectivamente, de la misma forma. Nos desplazamos sin movernos un solo paso, ¿Dónde se celebra esta conversación? … ¿en algún lugar intermedio? No. En un lugar virtual (p.12)
Sabemos que hoy en día, el recurso al mapa tradicional editado en papel se sustituye progresivamente por las visualizaciones digitales que nos permiten las pantallas de nuestros dispositivos móviles gracias a los sistemas GPS o a Google Maps. Y que, no solo continuamos utilizándolos, la verdad es que nuestra dependencia de ellos es cada vez mayor. Con la singular incertidumbre que nos provoca la evidencia de que los límites de nuestras pantallas no impiden percibirlos como infinitos. El inicial atlas físico se transmuta en un imaginario mapa mental gracias a la cartografía digital que nos ofrecen los dispositivos móviles, mostrando diversos referentes espacio-temporales, diferentes lugares, nuevas fronteras y, cómo no, otras formas de contacto.
Si esto sucede en nuestra vida cotidiana otorgándole un estatus de naturalidad, ¿se imaginan lo que supone enfrentarse a esta cartografía digital escuchando el relato de lo que nos devuelve Internet (más concretamente, el buscador Google) al pasear por cada calle que transitemos?
Esta particular experiencia de intervención artística en el entorno social, la vivimos ayer participando en el proyecto “Las Calles Habladas” de Clara Boj y Diego Díaz en el marco del festival de arte emergente Mucho Más Mayo de Cartagena. Tal y como los autores indican en su web, se trata de un experimento sonoro de narrativa geolocalizada que se construye en tiempo real con la información encontrada en Internet en relación con las calles por las que vamos caminando.
Como expresa Serres los cambios sociales acontecidos engloban nuestras vivencias jalonadas por un pliegue de los mapas, ya no tienen márgenes delimitados, se expanden y nosotros nos desplazamos por muchos de esos territorios sin movernos. Ya nos demostraba también Pierre Lévy (2) que lo virtual no es lo contrario de lo real, lo contrario de lo real es lo irreal. Y la singularidad de nuestro siglo reside en que las redes de comunicación hacen realidad los espacios virtuales que en otros tiempos estuvieron reservados a los sueños y a las representaciones (Serres, p. 15)
La aventura que nos invita la acción “Las Calles Habladas” nos enfrenta no sólo a los posibles atlas virtuales que podamos indagar con nuestra mente, lo que logra es sumergirnos en un contraste estremecedor producido por una serie de narraciones automatizadas de aquello que nos devuelve Internet si consultásemos por una calle cualquiera. La referencia de geolocalización que marca nuestro teléfono móvil define la búsqueda, y las respuestas constituyen una lectura de los contenidos textuales que nos devuelve el buscador en relación a los nombres respectivos de cada calle. La mezcla entre denominaciones de sitios web, instalaciones comerciales, noticias, contenido histórico relacionado, códigos, etc., que van sucediéndose a lo largo del trayecto, y toda su información vinculada que se emite por megafonía, consigue lo que los autores definen en este proyecto: “La ciudad real y su experiencia digital colapsan en una deriva sonora que a veces se relaciona con el contexto y otras veces se presenta totalmente abstracta.”
Al no haber ninguna clase de filtro, el seguimiento de la narración por megáfono es a veces hilarante, en otras sugerente, en otras una incógnita al no saber identificar su significado operativo concreto. A veces algunos de los viandantes comentaban a nuestro paso: “Se trata de publicidad ¿no?” Y, claro, ¿qué otra referencia podría causar si uno no acompaña el tránsito desde el inicio en estas calles habladas? ¿Un megáfono y una narración aparentemente inconexa serían una metáfora práctica de la publicidad? Ciertamente, todos quienes iniciamos el trayecto no perdimos nunca nuestra sonrisa, ni nuestra atención por identificar los contenidos de un relato calle tras calle que, si estuviéramos frente a la pantalla de nuestro ordenador, lo leeríamos sin más intentando seleccionar una respuesta plausible. El reto con el que podemos encontramos es no disolver nuestra memoria particular en la deriva sonora del relato que nos marca Google para cada calle.
Al experimentar este trayecto, compruebas de forma inevitable, que todos los sitios en los que podamos transitar o vernos inmersos, tiene ya otras historias, otros contenidos –en este caso digitales o informacionales-, más allá de lo que alberguemos en nuestra propia memoria o la que posean los demás de cada calle, de cada territorio de esa cartografía digital que construimos. En la práctica, nos enfrentamos a la huella digital que otros/as han ido dejando anteriormente en Internet respecto a los términos que comprenden los nombres de cada calle, Nuestro límite con lo virtual se diluye, puedo pasear por una calle y estar hablando con alguien en las antípodas, o enviando una foto de la misma calle a alguien que la pueda editar, y otros van dejando sus huellas en mi rastro: «… estoy aquí, al mismo tiempo que otro, estoy en otro lugar al mismo tiempo que aquí, quizá en el mismo lugar que otro.” (Serres, p. 78)
Las calles así habladas, con este carácter digital de un relato inconexo, a pesar de las conexiones sociales y virtuales establecidas, adquieren una nueva representación como espacio social, ya no solo hablamos sobre ellas, como cotillas, como historiadores, como meros paseantes admirando su arquitectura, les invade lo social creado por una sociedad de la información inconmensurable. «Al igual que los espacios del mundo, percibidos o vividos, los espacios sociales se deslizan hacia lo virtual, para que podamos levantarle mapas, flotantes.” (Serres, p. 184) Quizá mediante estas calles habladas –y hablantes- podamos pensar en nuevas maneras de crear nuestros mapas imaginarios, nuestro personal atlas virtual del callejero que visitamos.
REFERENCIAS:
[1] Serres, M. (1995): Atlas. Ediciones Cátedra, 1995, Madrid. (Edición original: Atlas, París, Ed. Julliard. 1994)
[2] Pierre Lévy (1999): ¿Qué es lo virtual? Ediciones Paidós Ibérica. Barcelona
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