Vivimos en un año 2022 que la Comisión Europea ha designado como “Año Europeo de la Juventud” donde las instituciones europeas (y el conjunto de países que la integran) deberían centrar sus esfuerzos en dar voz a las necesidades y derechos de los jóvenes y en defender su participación en la sociedad. Tras los efectos lamentables de la pandemia por COVID19 y en una fase de recuperación económica, emerge una nueva crisis mundial motivada por la inaceptable invasión de Ucrania. Si hasta ahora la incertidumbre respecto a las posibilidades de inserción social de los jóvenes suponía una losa relevante, nos tememos que el futuro de la juventud europea se agravará por sus efectos negativos en la economía, además de por el impacto perjudicial que estamos provocando en el medio ambiente.
Sabemos que la tan reclamada y necesaria participación de los jóvenes es una tarea en la que tienen el reto de aprender a ser agentes del proceso de toma de decisiones en su entorno. Y lograr esa participación depende del acceso a una información pertinente, completa y plural; de vías de comunicación con otras personas jóvenes con quienes intercambiar prácticas de interrelación que permitan acciones colectivas; de la capacidad de toma de decisiones, tanto a nivel individual como colectivo; y, de la implicación y compromiso que fomente experiencias positivas comunes en torno a un asunto que les afecte o interese.
En todos esos momentos, compartir y difundir información adecuada posee un valor determinante. Y los profesionales de la Información Juvenil somos conscientes de ello, esforzándonos en su desarrollo. En octubre pasado ERYICA desarrolló un “Marco de Competencias del Informador Juvenil“ que define con claridad los presupuestos técnicos y las estrategias que deben garantizar nuestra labor con los jóvenes. Y, este año, el próximo Día Europeo Información Juvenil #EYID22 con el lema: «Es tu derecho. Reivindícalo!“ destaca el derecho a la información como una poderosa herramienta para mejorar la participación y preservar la democracia, los derechos humanos y las libertades fundamentales.
En una sociedad acelerada y precipitada ante dudosos itinerarios hacia el futuro, irrumpe la desinformación provocando que la brecha del derecho de acceso y uso apropiado de la información sea cada vez mayor. La desinformación es consustancial a cualquier ecosistema de información y experiencias de difusión de la desinformación mediante herramientas como Whatsapp, por ejemplo, han influido creencias, configurado valores y conductas sociales alejados de la realidad y con desenlaces perjudiciales. Este escenario nos obliga a actuar frente a lo que la UNESCO denominó «desinfodemia» durante la pandemia del COVID19, a saber, lo que destruye el acceso a la información veraz que da sentido y utilidad al derecho a libertad de expresión y de conocimiento en las sociedades.
Entre los nuevos retos que afrontamos desde los servicios de información juvenil, junto a nuestra misión como servicio público ofreciendo contenidos y respuestas que afectan a la condición vital de la juventud, juega un papel significativo la alfabetización informacional y mediática que promueva entre los jóvenes acciones de cooperación en las plataformas y dispositivos digitales, que favorezcan el intercambio de múltiples partes interesadas sobre un asunto, y estrategias que impulsen la pluralidad de opiniones. Mostrando formas de compartir información de manera empática con los demás, apoyando a quienes son blanco de la desinformación, priorizando las fuentes que se basan en la evidencia y la ciencia en vez de discursos populistas.
Invitándoles a contrastar las tres fases de la desinformación: al identificar las fuentes de su producción, los mecanismos y los medios que se utilizan en su difusión, y los procesos que afectan a su uso y aplicación por la ciudadanía. Se trata de que los jóvenes actúen como consumidores críticos y conscientes del contenido informativo que obtienen y comparten. Tienen derecho a ser informados de manera objetiva, de igual forma que el deber de hacer oír sus opiniones y convertirse en productores responsables de contenidos. Y para ello deberíamos fomentar su capacidad de resiliencia para que puedan anticipar las consecuencias de la desinformación y garantizar que sus coetáneos sean menos proclives a sufrirla. Un empoderamiento y una alfabetización para usar y compartir información de forma crítica que requiere, sin duda, un enfoque colaborativo con la juventud.
(Nota publicada en la revista “PARTICIPE+” abril 2022. Diputación de Jaén. Especial sobre “Información Juvenil”: view.genial.ly/62497a8f0ad2870012100bbc )