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Categoría: Juventud

La Información Juvenil en una época de grandes retos

Vivimos en un año 2022 que la Comisión Europea ha designado como “Año Europeo de la Juventud” donde las instituciones europeas (y el conjunto de países que la integran) deberían centrar sus esfuerzos en dar voz a las necesidades y derechos de los jóvenes y en defender su participación en la sociedad. Tras los efectos lamentables de la pandemia por COVID19 y en una fase de recuperación económica, emerge una nueva crisis mundial motivada por la inaceptable invasión de Ucrania. Si hasta ahora la incertidumbre respecto a las posibilidades de inserción social de los jóvenes suponía una losa relevante, nos tememos que el futuro de la juventud europea se agravará por sus efectos negativos en la economía, además de por el impacto perjudicial que estamos provocando en el medio ambiente.

Sabemos que la tan reclamada y necesaria participación de los jóvenes es una tarea en la que tienen el reto de aprender a ser agentes del proceso de toma de decisiones en su entorno. Y lograr esa participación depende del acceso a una información pertinente, completa y plural; de vías de comunicación con otras personas jóvenes con quienes intercambiar prácticas de interrelación que permitan acciones colectivas; de la capacidad de toma de decisiones, tanto a nivel individual como colectivo; y, de la implicación y compromiso que fomente experiencias positivas comunes en torno a un asunto que les afecte o interese.

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YouthInfoComp. Marco de Competencias del Informador Juvenil

Quienes trabajamos en el ámbito de la Información Juvenil nos enfrentamos de forma destacada a dos retos, entre otros muchos de nuestra labor con los jóvenes. Uno de ellos es avanzar en la mejora técnica y profesional de nuestra labor de informar y asesorar a la juventud de acuerdo a las necesidades y vicisitudes de las diversas generaciones de jóvenes, adoptando los recursos y medios tecnológicos propios de cada momento. Otro es lograr visibilizar adecuadamente nuestra misión ante los propios jóvenes, ante los organismos públicos y el conjunto de la sociedad, prestando un servicio de calidad.

Recientemente ERYICA y EURODESK han publicado un interesante documento titulado “YouthInfoComp. Marco de competencias del trabajador de Información Juvenil” (YouthInfoComp – The Youth Information Worker Competence Framework, septiembre 2021), que define de manera operativa quién es un trabajador de la Información Juvenil o qué competencias debe poseer con un enfoque global para el conjunto de países de Europa, partiendo de un conocimiento común de los valores fundamentales que sustentan esta profesión, a pesar de las especificaciones nacionales.

Una aclaración necesaria entre los profesionales y ante la comunidad, es lograr acertar en la traducción al español y el uso del término “Youth Information Worker”, pues en nuestro contexto se suele denominar “Técnico de Información Juvenil”, o bien, un “Informador Juvenil”. Pero no descartemos la fuerza identitaria que tiene este concepto en toda Europa, al igual que el más genérico de “Youth Worker”.

YouthInfoComp esquema de Competencias

Fuente: YouthInfoComp. ERYICA
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La huella precaria de la juventud

La precariedad constituye una parte notable de la huella más transparente que deja la juventud entre nuestras ranuras vitales, aquellas que emergen en las calles que transitamos y entre los rincones de nuestras casas. Se sabe, pero no la queremos ver, ni admitir. Ya no escapa a nadie que los jóvenes muestran las cosas tal y como como les venían dadas, sin margen de elección, y la narración de sus vidas no permite seleccionar testimonios destacables para construir un montaje visual atractivo para conseguir un mejor efecto en la mayoría de espectadores. No lo necesitan, pues muchos de ellos intentan configurar su presente enmarcados en una imperiosa subsistencia, paralelamente a la expresión de ciertos compromisos colectivos que la mayoría de los adultos dejan de lado para ahorrar esfuerzos personales que les mantengan siendo cómodos individuos.

En la publicación «Juventud sin futuro» (Icaria Editorial, 2011) Santiago Alba Rico nos señalaba que ‘Si hay un término que suena a propaganda es sin duda «juventud»’. Los clichés que circulan por todas partes sobre sus estilos de vida y sus clases de generaciones (Millennials, Generación Z, etc.) son traducidos a veces como revelaciones poéticas, para intentar admitir sus diferencias en nuestra sociedad y para diagnosticarlos acertadamente como potenciales consumidores, pero ello no cambia sus fulgurantes sentimientos de angustia frente al incierto futuro.

Lo que deriva de sus testimonios es el carácter inexorable de algunos procedimientos destinados a minusvalorar su papel en los pocos espacios de decisión que se ofrecen, y a fomentar la segregación que padecen en el mercado de trabajo. En España, en los últimos doce años el paro juvenil no ha bajado del 33%. Lograr su autonomía y emancipación como ciudadanos se complica en un sistema que se caracteriza por ser generador de dependencias, a causa de la inseguridad permanente y el obligado acoplamiento en espacios destinados a los sujetos prescindibles y desechables de la comunidad. El impacto de los datos oficiales y las estadísticas resulta insostenible, pero parece que no hace mella entre quienes ostentan el poder en sus diversos ámbitos. Se inician nuevos planes de empleo juvenil sin valorar suficientemente las causas del fracaso de los planes anteriores. La necesaria dación de cuentas sobre lo ejecutado por los gobiernos queda olvidada al pairo de otros acontecimientos de mayor calado entre el posible electorado fiel.

Presentación del libro de José Molina, UNA SOCIEDAD CON RESPUESTAS. MANIFIESTO POR LA PARTICIPACIÓN Y LA TRANSPARENCIA en Cartagena Piensa. Octubre 2019
Presentación del libro de José Molina, UNA SOCIEDAD CON RESPUESTAS. MANIFIESTO POR LA PARTICIPACIÓN Y LA TRANSPARENCIA en Cartagena Piensa. Octubre 2019
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La juventud como disturbio

Algo que confunde nuestra mirada sobre lo que opinan los demás reside en la dificultad de delimitar y defender periódicamente la libertad de expresión ante el cúmulo de informaciones que nos saturan la mente. Es uno de los principios fundamentales de los Derechos Humanos, pero su calificación y reconocimiento por la comunidad presenta ciertas grietas para concretar hoy, ante una sociedad cambiante, sus límites frente a otros posibles delitos. No me gustan las canciones de Pablo Hasél, me repugnan algunas de sus letras y sus declaraciones, al igual que otras proclamaciones peligrosas de otra clase de personajes que, inexplicablemente, nadie ni ninguna entidad se atreve a denunciar ante la justicia. Y ello no evita que defienda la libertad de expresión, como muchos jóvenes lo han expresado en protestas en diversas localidades del país. Unas manifestaciones que inicialmente eran pacíficas y que, al final de sus actos, un grupo de violentos acaban provocando serios disturbios y destrozos.

Algunos medios de comunicación y representantes públicos han diferenciado estas dos clases de comportamientos sociales, donde aparecen jóvenes sin una carga ideológica vinculada a la defensa de la libertad de expresión y con perfil diverso que se mezclan con grupos antisistema con pasado violento. Pero también se transmite la imagen de que la juventud es quien ostenta ese papel de «violentos antisistema». Este estigma facilita su identificación e imprime cierta claridad y, al mismo tiempo, rechazo e indiferencia para gran parte de la sociedad. También se utilizaron estas calificaciones en algunos momentos de 2020 cuando surgieron disturbios frente a las restricciones por la pandemia informando que se trataba solo de una minoría de jóvenes violentos.

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Youth and Digital Citizenship+. Juventud y Ciudadanía Digital (Plus)

Youth and Digital Citizenship+ (Plus) 2020. La propuesta de ciudadanía digital para los jóvenes del Centro Berkman Klein de Internet y Sociedad de la Universidad de Harvard.

Los cambios tecnológicos y la inmersión de la vida cotidiana del conjunto de la población en el ámbito de las Tecnologías de la Información y Comunicación han obligado a numerosos organismos internacionales a adoptar medidas que permitan una adecuada inserción en el dominio de las competencias que requiere el mundo digital. Ya sea en el contexto educativo, en el laboral, o en el de nuestra vida cotidiana donde interactuamos constantemente con dispositivos que nos permiten conectar con otros y acceder a muy diversa información.

En Europa disponemos del DIGCOMP 2.1 un sistema de referencia europeo publicado en 2017 para fomentar una comprensión integral y compartida de las competencias digitales. DigComp 2.1 realiza un mapeo del conocimiento, las habilidades y las actitudes que todos necesitamos para utilizar las tecnologías digitales de una manera crítica, colaborativa y creativa en todos los aspectos de la vida.

Se estructura en cinco grandes Áreas como la alfabetización en información y manejo de datos, el dominio de la comunicación y la colaboración con otros, la creación de contenido digital, el control de la seguridad propia y de los demás, así como, la resolución de problemas técnicos que nos afecten en su utilización. Desarrolla 21 competencias que permiten que cualquier ciudadano actúe de forma segura y crítica con las herramientas digitales. Y desglosa una serie de niveles de competencia desde los más básicos hasta los más avanzados, apoyando el desarrollo de habilidades digitales como unas competencias claves para toda la vida.

Este sistema puede usarse para identificar, evaluar y certificar logros de aprendizaje y desarrollo de competencias digitales, o bien, se puede utilizar para evaluar el nivel de competencia digital, las fortalezas y debilidades de una población individual o objetivo, y se puede adaptar y aplicar para apoyar políticas para el desarrollo de la competencia digital para una población en un contexto específico.

Pero, junto al desarrollo de competencias digitales esenciales en la vida actual, emerge la necesidad de pensar este marco sobre el transcendental concepto de “ciudadanía digital”, un tema de creciente importancia entre académicos, organizaciones y responsables de políticas, así como por el conjunto de la sociedad, que afecta directamente al debate y la teorización sobre las habilidades que los jóvenes necesitan para participar activamente en nuestro mundo digital. Aplicar este concepto en un sentido amplio nos serviría, en la práctica, para desarrollar programas de aprendizaje formales e informales que tengan como misión ayudar a los jóvenes a enfrentarse a los desafíos y aprovechar las oportunidades que el entorno digital ostenta.

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