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Gabriel Navarro Entradas

YouthInfoComp. Marco de Competencias del Informador Juvenil

Quienes trabajamos en el ámbito de la Información Juvenil nos enfrentamos de forma destacada a dos retos, entre otros muchos de nuestra labor con los jóvenes. Uno de ellos es avanzar en la mejora técnica y profesional de nuestra labor de informar y asesorar a la juventud de acuerdo a las necesidades y vicisitudes de las diversas generaciones de jóvenes, adoptando los recursos y medios tecnológicos propios de cada momento. Otro es lograr visibilizar adecuadamente nuestra misión ante los propios jóvenes, ante los organismos públicos y el conjunto de la sociedad, prestando un servicio de calidad.

Recientemente ERYICA y EURODESK han publicado un interesante documento titulado “YouthInfoComp. Marco de competencias del trabajador de Información Juvenil” (YouthInfoComp – The Youth Information Worker Competence Framework, septiembre 2021), que define de manera operativa quién es un trabajador de la Información Juvenil o qué competencias debe poseer con un enfoque global para el conjunto de países de Europa, partiendo de un conocimiento común de los valores fundamentales que sustentan esta profesión, a pesar de las especificaciones nacionales.

Una aclaración necesaria entre los profesionales y ante la comunidad, es lograr acertar en la traducción al español y el uso del término “Youth Information Worker”, pues en nuestro contexto se suele denominar “Técnico de Información Juvenil”, o bien, un “Informador Juvenil”. Pero no descartemos la fuerza identitaria que tiene este concepto en toda Europa, al igual que el más genérico de “Youth Worker”.

YouthInfoComp esquema de Competencias

Fuente: YouthInfoComp. ERYICA
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Impacto de Facebook en la salud mental en jóvenes

Desde hace tiempo se viene argumentando el efecto pernicioso de las plataformas de redes sociales en la salud mental de las personas, sobre todo para los jóvenes. Especialistas como Jean Twenge llevan tiempo publicando investigaciones e informes que apuntan a destacar el perjudicial efecto del uso de los medios digitales y las redes sociales entre los adolescentes y jóvenes (Twenge 2019, 2017). Esta psicóloga social ya nos anunciaba hace años el posible impacto de las TIC en el retraso de la adolescencia entre las nuevas generaciones de jóvenes, al igual que el aumento del malestar mental entre los jóvenes vinculado al proceso de popularización de los dispositivos móviles y las redes sociales en las últimas décadas. Un dato a tener en cuenta es que, en EE.UU. el número total de individuos de entre 18 y 23 años que declararon haber experimentado un episodio depresivo mayor en el último año aumentó un 83% entre 2008 y 2018 (NSDUH, 2019).

En un reciente estudio publicado en agosto de 2021 de Braghieri, L.; Levy, R. y Makarin, A. (2021), se proporcionan unas claras estimaciones del impacto de las redes sociales en la salud mental aprovechando la introducción escalonada de Facebook en 775 universidades de EE. UU, lo cual proporciona una fuente de valoración cuasi experimental en la exposición a los medios sociales que se pueden aprovechar para su identificación, encontrando que «la implantación de Facebook aumentó los síntomas de mala salud mental«.

El análisis aplicado se basa en un diseño de investigación generalizado de «diferencias en diferencias«, en el que una de las dimensiones de la variación es la universidad a la que asiste un estudiante, y la otra dimensión es si el estudiante realizó la encuesta antes o después de la introducción de Facebook en su universidad. La estrategia compara la diferencia antes-después en los resultados de salud mental entre los estudiantes de los colleges universitarios en los que se introdujo Facebook y los estudiantes de aquellos colleges y universidades en los que no cambiaron su estatus de Facebook entre los dos períodos.

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La huella precaria de la juventud

La precariedad constituye una parte notable de la huella más transparente que deja la juventud entre nuestras ranuras vitales, aquellas que emergen en las calles que transitamos y entre los rincones de nuestras casas. Se sabe, pero no la queremos ver, ni admitir. Ya no escapa a nadie que los jóvenes muestran las cosas tal y como como les venían dadas, sin margen de elección, y la narración de sus vidas no permite seleccionar testimonios destacables para construir un montaje visual atractivo para conseguir un mejor efecto en la mayoría de espectadores. No lo necesitan, pues muchos de ellos intentan configurar su presente enmarcados en una imperiosa subsistencia, paralelamente a la expresión de ciertos compromisos colectivos que la mayoría de los adultos dejan de lado para ahorrar esfuerzos personales que les mantengan siendo cómodos individuos.

En la publicación «Juventud sin futuro» (Icaria Editorial, 2011) Santiago Alba Rico nos señalaba que ‘Si hay un término que suena a propaganda es sin duda «juventud»’. Los clichés que circulan por todas partes sobre sus estilos de vida y sus clases de generaciones (Millennials, Generación Z, etc.) son traducidos a veces como revelaciones poéticas, para intentar admitir sus diferencias en nuestra sociedad y para diagnosticarlos acertadamente como potenciales consumidores, pero ello no cambia sus fulgurantes sentimientos de angustia frente al incierto futuro.

Lo que deriva de sus testimonios es el carácter inexorable de algunos procedimientos destinados a minusvalorar su papel en los pocos espacios de decisión que se ofrecen, y a fomentar la segregación que padecen en el mercado de trabajo. En España, en los últimos doce años el paro juvenil no ha bajado del 33%. Lograr su autonomía y emancipación como ciudadanos se complica en un sistema que se caracteriza por ser generador de dependencias, a causa de la inseguridad permanente y el obligado acoplamiento en espacios destinados a los sujetos prescindibles y desechables de la comunidad. El impacto de los datos oficiales y las estadísticas resulta insostenible, pero parece que no hace mella entre quienes ostentan el poder en sus diversos ámbitos. Se inician nuevos planes de empleo juvenil sin valorar suficientemente las causas del fracaso de los planes anteriores. La necesaria dación de cuentas sobre lo ejecutado por los gobiernos queda olvidada al pairo de otros acontecimientos de mayor calado entre el posible electorado fiel.

Presentación del libro de José Molina, UNA SOCIEDAD CON RESPUESTAS. MANIFIESTO POR LA PARTICIPACIÓN Y LA TRANSPARENCIA en Cartagena Piensa. Octubre 2019
Presentación del libro de José Molina, UNA SOCIEDAD CON RESPUESTAS. MANIFIESTO POR LA PARTICIPACIÓN Y LA TRANSPARENCIA en Cartagena Piensa. Octubre 2019
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La juventud como disturbio

Algo que confunde nuestra mirada sobre lo que opinan los demás reside en la dificultad de delimitar y defender periódicamente la libertad de expresión ante el cúmulo de informaciones que nos saturan la mente. Es uno de los principios fundamentales de los Derechos Humanos, pero su calificación y reconocimiento por la comunidad presenta ciertas grietas para concretar hoy, ante una sociedad cambiante, sus límites frente a otros posibles delitos. No me gustan las canciones de Pablo Hasél, me repugnan algunas de sus letras y sus declaraciones, al igual que otras proclamaciones peligrosas de otra clase de personajes que, inexplicablemente, nadie ni ninguna entidad se atreve a denunciar ante la justicia. Y ello no evita que defienda la libertad de expresión, como muchos jóvenes lo han expresado en protestas en diversas localidades del país. Unas manifestaciones que inicialmente eran pacíficas y que, al final de sus actos, un grupo de violentos acaban provocando serios disturbios y destrozos.

Algunos medios de comunicación y representantes públicos han diferenciado estas dos clases de comportamientos sociales, donde aparecen jóvenes sin una carga ideológica vinculada a la defensa de la libertad de expresión y con perfil diverso que se mezclan con grupos antisistema con pasado violento. Pero también se transmite la imagen de que la juventud es quien ostenta ese papel de «violentos antisistema». Este estigma facilita su identificación e imprime cierta claridad y, al mismo tiempo, rechazo e indiferencia para gran parte de la sociedad. También se utilizaron estas calificaciones en algunos momentos de 2020 cuando surgieron disturbios frente a las restricciones por la pandemia informando que se trataba solo de una minoría de jóvenes violentos.

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Nuestro Sistema Nacional de Salud y una metáfora particular

Todos hemos escuchado y participado la opinión de que el Sistema Nacional de Salud de nuestro país es una de las grandes riquezas institucionales que disfrutamos en nuestra sociedad. Y hemos comprobado, por las noticias recibidas o por la propia experiencia o bien de nuestros amigos y familiares, el altísimo grado de estrés y de extenuación al que se están viendo obligados los profesionales sanitarios durante esta penosa pandemia que nos azota y cuyas medidas preventivas cuesta mucho que se apliquen adecuadamente por una parte de la población. Una pandemia que lamentablemente su finalización se encuentra aún muy lejos de su alcance frente a lo deseable.

Pero estoy seguro de que la valoración efectiva de esta riqueza se produce cuando uno mismo se convierte, en un momento de su vida, en paciente a través de todo el ciclo de la atención sanitaria, desde los procesos de prevención y atención primaria hasta la hospitalización y atención especializada.

El pasado 12 de noviembre tuve una intervención quirúrgica en el Hospital de Santa Lucía de Cartagena, motivada por un diagnóstico de medicina preventiva, realizada magistralmente por el equipo liderado por la doctora María Balsalobre, con las cirujanas Arancha García y Nuria M. Torregrosa, el cual posee un consolidado prestigio desde hace tiempo y en cuyas manos ya estuve también hace unos meses. Su intervención exitosa y el seguimiento posterior evidencian el excelente trabajo de estas profesionales de la medicina y de los anestesistas y personal de enfermería de su quirófano.

 

Una Sansevieria en el Hospital

 

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