Última actualización el 2021/02/16
«El agua -le había dicho antaño su madre- corre involuntaria y a todo molde se doblega, al contrario de la piedra cuya rigidez la condena a agrietarse en sus mismas entrañas»
Bélver Yin (Jesús Ferrero, 1982)
La naturaleza de los relatos sobre la juventud ha constituido siempre un apoyo esencial en el conjuro que toda sociedad elabora para evitar un devenir no exento de incertidumbres. De manera parecida a la utilizada con los locos, a falta de tener que encerrarlos en recintos sanitarios, mejor era encuadrarlos en historias que fueran introyectadas por los mismos jóvenes, no solo por la comunidad a la que pertenecen.
En un artículo publicado en el diario El País (16/7/2013), titulado «La era de Saturno», el escritor Jesús Ferrero en su reflexión sobre el efecto obstruccionista que sufren las generaciones jóvenes por parte de sus padres irresponsables, recurre a la mitología con el personaje de Cronos (Saturno en la mitología romana) el cual «adoptó curiosamente la misma conducta homicida de su padre, y devoraba a sus propios hijos cuando nacían, hasta que la divinidad femenina Rea (esposa de Cronos) tuvo que ayudar a su hijo Zeus para doblegar al padre caníbal, y sustituirlo en el poder». Y ante el panorama desolador provocado por el efecto tapón de la actual generación de “padres irresponsables”, apuesta por que «La alianza entre madres e hijos, tan presente en los mitos griegos, podría ser la única solución al marasmo» y la encargada de sacarnos de la era de Saturno.
Escultura de Hebe realizada por Canova. Fuente: Wikipedia
No es la primera vez que nos encontramos con análisis que responden a este enfoque de oposición entre generaciones (lo cual siempre ha sido un factor constituyente de nuestra sociedad) y cuyas ideas no están del todo exentas de veracidad. Ya hace años, por ejemplo, que Antón Costas en su artículo de 2006 «La explotación de los jóvenes por los mayores» nos hablaba de que los jóvenes van camino de ser la «nueva clase social explotada del siglo XXI», y que para los poderes públicos (y los partidos) los jóvenes son cada vez más un mercado de votos residual y, por tanto, contarán menos como destinatarios de políticas de bienestar al contrario que los mayores.
Lo singular de este creativo artículo es el recurso ilustrativo del mito como elemento explicativo y determinante sobre el devenir deseado para los jóvenes. Los mitos son relatos o tradiciones que intentan explicar la naturaleza de la sociedad, la relación entre el individuo y el universo que percibe y el significado de los acontecimientos de la naturaleza.
Según señala Claude Lévi-Strauss entre otras características, el mito proporciona la reconciliación de los polos de contrarios irreconciliables de la naturaleza humana: creación contra destrucción, vida frente a muerte, dioses contra hombres o bien contra mal, a fin de conjurar nuestra angustia.
Los mitos cumplen una función pragmática, son la base de ciertas estructuras sociales y acciones, así, un mito puede marcar una línea genealógica y determinar quiénes pueden gobernar o no. Gracias a esta función, los mitos especifican y justifican por qué una situación es de una manera determinada y no de otra. Evidentemente, con los mitos podemos encontrar un espacio lúdico de un mundo que, sin ellos, sería insoportable, aburrido o frustrante. No podemos renegar de la historia de la humanidad y del papel fundamental que confiere la mitología a nuestra cultura pero, como es sabido, «nuestra conciencia mitológica aflora solamente en situaciones extremas: cuando la estructura racional de la sociedad se desploma.»
El escritor nos destaca el papel valiente y calculador de las madres de las divinidades que se alían y luchan por la supervivencia de sus hijos. Pero ¿acaso las madres de nuestros jóvenes no han asumido también parte de ese rol de “irresponsables” otorgado a los padres? ¿Qué les ha impedido, después de décadas hasta la fecha, articular alguna de esas deseadas alianzas con sus hijos? Además de madres abnegadas con su rol tradicional de maternidad universal, ¿no hay lugar para que surja alguna Medea que modifique el trasfondo de esa imagen de madres eternas?
Hurgando en los mitos descubrimos el atractivo personaje de Aquiles quien simboliza el ardor de la juventud y personifica el ideal de la amistad y la audacia. También personifica la impetuosidad y el carácter irreflexivo de la juventud. Hijo de Tetis y Peleo que tuvieron muchos hijos, pero asombrosamente Tetis, apenas nacían, los asfixiaba para que no heredaran rasgos mortales de su padre. ¿Qué papel podría cumplir esta divinidad aliada con su madre frente a la era de Saturno?
Aparte de varias divinidades con características atribuibles a la juventud, en la mitología griega, la verdadera personificación de la juventud era Hebe, descrita como hija de Zeus y Hera. Se trataba de una divinidad con el poder de rejuvenecer a los ancianos. Juventas, tal era su nombre respectivo en la mitología romana, era la divinidad a la que los jóvenes ofrecían una moneda cuando en su rito de paso podían vestir la toga de los adultos. Y, entre otras destrezas, según la Ilíada, Hebe era la ayudante de los dioses: llenaba sus copas con néctar. (No sé hasta qué punto –si me permiten esta licencia- se convierte esta labor divina en una premonición de la tendencia predominante en nuestra sociedad de que los camareros sean, mayoritariamente, jóvenes). ¿Puede ser Juventas (Hebe) el referente mítico para consolidar la alianza entre madres e hijos frente a Saturno?
La realidad es que, hoy en día, los jóvenes no tienen esperanza ni en sus nuevos mitos (de música, de moda, del arte, de fama, etc.,…) y ya no son protagonistas de ninguna epopeya.
Expresa Ferrero certeramente al referirse a la Guerra Civil «que los extremismos, lejos de surgir en las calles, suelen empezar en la cúspide del poder». Sin embargo, apoyándose en las palabras e ideas que Haro Tecglen expuso en su artículo «La generación bífida» (1988), manifiesta que «tanto los que engañaron y mandaron como los que se dejaron engañar y obedecieron tienen su responsabilidad». ¿Podemos confirmar de manera fehaciente esta aseveración?
Como hemos expresado en otras ocasiones: esa “culpa global” (aún focalizada hacia una generación de ciudadanos) no es la causa verdadera de esta situación de crisis, de sensación de que no hay salida, de tapón generacional que obstruye la inserción social de los jóvenes, ya que emerge como consecuencia de un saqueo cuya responsabilidad no corresponde a la totalidad de una generación de «padres oscuros» o «saturninos», tal y como los denomina Ferrero en su artículo.
Valdría la pena introducir matices que nos ayuden a interpretar mejor la complejidad de estos avatares sociales, y analizar en qué medida la generación de «padres oscuros» ha sido artífice o no del impulso de las élites políticas y financieras que nos dominan y que determinan claramente este desastre de juventud sin futuro . Si no reflexionamos sobre ello, y no intentamos desentrañar a los causantes verdaderos, caemos nuevamente en la estrategia que denunciábamos en otra ocasión al hablar del «todo contra todos».
Finaliza Ferrero diciendo: «Que no se duerman los jóvenes, y sobre todo que no se duerman sus madres». Y no cejo de recordar al personaje mítico de Endimión, nieto del todopoderoso Zeus y cuyas características bien podrían representar parcialmente a un sector de jóvenes (o, también, a una fase particular en el desarrollo de los adolescentes). Según la mitología, Selene quedó perdidamente enamorada del mortal y apuesto Endimión y le pidió a Zeus que le concediese vida eterna para que nunca la abandonara. Zeus accedió a las pretensiones de Selene y le concedió a Endimión la eterna juventud, pero con una trágica condición: el bello mortal permanecería dormido en un sueño eterno del que nunca despertaría. Cada noche Selene lo visitaba en su cueva para yacer junto a él y, según otras leyendas, confió y amó tanto a Endimión que él tomó la decisión de vivir para siempre durmiendo.
Siempre poseerán una presencia especial los mitos en nuestras vivencias. No obstante, paralelamente a las necesarias metáforas literarias y simbolismos, tenemos la obligación moral de construir otros discursos más acordes con la racionalidad que precisan hechos sociales dramáticos como el presente. En el proceso de adaptación a la evolución de la sociedad o se asume un proyecto en común claramente intergeneracional que supere el modelo de capitalismo actual, o sufriremos lo que el mismo Haro Tecglen, en su mencionado artículo, se lamentaba al referirse a una parte de aquella generación que a finales de los años 80 tenía en torno a cuarenta años de edad y no llegaron al poder: «Aquí los tontos son tontos para siempre y la naturaleza no tiene ningún interés en que sobrevivan.» No por casualidad pensaba este ensayista que por muchas especulaciones que escuchemos sobre las vicisitudes de la sociedad, todo se resumía en que sólo hay pobres y ricos.
Todos los jóvenes, como cualquier padre o madre, oscilan en el desarrollo de su proyecto vital entre la naturaleza moldeable del agua y la rigidez de la piedra, evitando diluirse del todo o agrietarse en la desesperanza de la incertidumbre. Una de las claves quizá resida en descubrir sus potencialidades como ciudadanos adoptando nuevas iniciativas y defendiendo y reivindicando unas dignas condiciones sociales. Un descubrimiento que obligadamente deben realizar conjuntamente con los otros, jóvenes y adultos, y consigo mismo como sujetos, con actitud abierta hacia lo insondable. Al fin y al cabo, «Todo individuo es una sociedad secreta», como exclama el hijo de Nitya Yang, la otra protagonista de la impactante novela Bélver Yin.
REFERENCIAS:
Jesús Ferrero: “Bélver Yin” (1982), Bruguera. (1988), Plaza & Janés. (2000), Alfaguara. (2006). Siruela. Edición especial y definitiva al cumplirse 25 años de su publicación.