Hace algunos años, cuando analizábamos las posibilidades de adaptar nuestro sitio web[1] a los nuevos requerimientos de usabilidad que demandan los usuarios de Internet, llegó a nuestras manos un libro singular de un experto en esta materia, Steve Krug, con un título llamativo: “No me hagas Pensar” el cual se convirtió en uno de los más leídos por quienes diseñaban páginas web comerciales. Este experto manifiesta, con sentido común, que cuando se mire una página web ésta ha de ser obvia, evidente, clara y fácil de entender. En ello reside el significado de usabilidad, la facilidad con la que podemos utilizar una herramienta o un objeto para un propósito determinado. Y, en este ámbito, se usa como atributo de calidad que mide lo fáciles que son de usar las interfaces en la Web y no hay que confundirlo con el de “accesibilidad”.
Según Krug, un buen principio de la usabilidad es que si algo requiere mucho tiempo (o parece vaya a necesitarlo) es menos probable que se acabe utilizando. Y anima tanto a usuarios como a diseñadores a que, si sólo tiene capacidad en su mente para una única norma de usabilidad, quédese con ella. Parte de la premisa que cuando una web no hace pensar influye en conductas de familiaridad y rápido reconocimiento de su manejo.
Destaca que no todos usan la web de la misma forma como lo hacen quienes las diseñan con unos contenidos específicos. Lo que vemos al mirar una página web depende de lo que tenemos en nuestra mente, aunque sólo sea una fracción de lo que hay en la página y, la mayor parte de las veces, no seleccionamos la mejor opción; nos quedamos con la primera más razonable, estrategia que se conoce como «satisficing». Para la gran mayoría carece de importancia el llegar a entender el funcionamiento de las cosas en tanto podamos usarlas, observemos lo que sucede cuando le ofrecemos un videojuego a un niño ¿cuántos se han leído el folleto de instrucciones? Y no se debe a la falta de inteligencia, sino al escaso cuidado y atención que prestamos. De ahí la relevancia de apoyarnos en el uso de las convenciones que habitualmente aplicamos con otros recursos informativos. Por ejemplo, no leemos las páginas de los diarios, las hojeamos. Y ese modelo de conducta sería, para Krug, un referente notable para configurar la usabilidad de una página web.
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