INTRO
¿Cómo hablar de las sensaciones y pensamientos que me evoca una espléndida novela como lo es “La primera vez que no te quiero” sin reiterar las acertadas ideas y opiniones de quienes poseen la maestría de la crítica literaria? Más aún, cuando no pretendo en ningún momento ser crítico literario. Desde su edición en este verano, nos encontramos ya con buenas reseñas y críticas como la de Juntando más Letras y certeras entrevistas como la publicada en el especial de El Cultural , entre otras muchas de gran valor y sabiduría. [1]
Cuando Lola López Mondéjar me propuso afectuosamente que participase en la presentación de su novela en la Librería LER de Cartagena, el pasado 24 de octubre junto con la profesora Flori Celdrán, lo hacía sabiendo que sus obras no cesan de evocarme vitales sensaciones y provocarme una suerte de reflexiones más allá de lo estrictamente literario; como manifesté, por ejemplo, en mi lectura de su impactante obra “Mi amor desgraciado” . Aún con el riesgo de que mis observaciones se distancien de su personal visión de sus obras por el hecho, entre otros aspectos, de haber sido partícipe de la generación de jóvenes que describe en su novela. Tenía, además, el reto de esbozar unas ideas cuyas perspectivas fueran, en lo posible, complementarias o divergentes de la enternecedora lectura que Flori Celdrán nos ofreció en su presentación de esta novela.
Y comenzaba mi exposición así:
A los diez años Julia, la protagonista de “La primera vez que no te quiero” era extremadamente religiosa.
“Me metía en la iglesia al atardecer, cuando los fieles estaban ausentes y en el interior del templo se respiraba una exquisita tranquilidad, una atmósfera intemporal de nave a la deriva, con un sereno e íntimo olor a cera,…” p.53
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