«Soyons indulgents avec eux, ce sont des mutants»
Michel Serres
Uno de los síntomas actuales que observamos al intentar comprender los vertiginosos cambios sociales y tecnológicos de nuestra sociedad es la imperiosa necesidad de aplicar una serie de denominaciones que nos permitan describir y comprender qué es lo que acontece con los colectivos humanos. Entre ellos, emerge con notable promiscuidad los apelativos utilizados para nombrar las sucesivas generaciones de jóvenes que se han desarrollado a lo largo de la historia. Toda una suerte de calificativos, con diferente acierto conceptual, que en ocasiones pueden suscitar una expresión de prejuicio o de culpabilidad por quienes lo aplican; por ejemplo, uno de los simpáticos y, a la vez, esclarecedores términos que recuerdo de los utilizados por algunos sociólogos y pediatras en los años 90 era el de “niño microondas” para identificar el aumento de casos en los que muchos preadolescentes comían solos en su casa con la comida preparada o precocinada y que se calentaban en un microondas.
Al abordar el colectivo de “juventud” las denominaciones al uso para cada generación están supuestamente asumidas por la comunidad de investigadores sociales. No obstante, hay autores como C. Feixa[1], que desde la óptica antropológica intentan afinar aún con más detalle sus definiciones, “bautizando a cada una de las diez décadas del siglo XX con las iniciales de determinados conceptos que se pueden considerar metafóricos (de la generación “A” a la generación “R”)”. O bien adaptando los términos a las cambiantes situaciones de los estilos y las conductas juveniles, como es el caso de “Generación Replicante”[2], o “Generación Einstein”[3] .
Y en este ámbito de los analistas del “hecho juvenil” nos encontramos con aportaciones singulares como la efectuada por Michel Serres, filósofo francés, quien anuncia que una nueva generación ha nacido, a la que llama: “Petite Poucette” (Pulgarcita) por “su especial capacidad de enviar mensajes y SMS con sus pulgares. Se refiere al colegial, la generación estudiante de hoy, que vive un tsunami en tanto el mundo cambia en torno ellos”[4]. Lo que constituye, para este pensador, un período histórico de inmenso cambio, comparable al final del Imperio romano o el Renacimiento.
Esta idea la desarrolló en una conferencia en la Academia Francesa el pasado mes de marzo[5], y en su argumentación expresa de manera radical que estos nuevos jóvenes, respecto a sus padres, No tienen pues ni el mismo cuerpo ni la misma conducta; ningún adulto ha sabido ni podido inspirarles una moral adaptada. Su horizonte temporal y perspectiva histórica son tremendamente distantes. Una generación que no ha vivido ninguna guerra, ni sus consecuencias, que nunca ha pasado hambre, y ante la que se pregunta: ¿Qué historia comprenderán ellos,…. sin haber experimentado en el sufrimiento, la «urgencia vital de una moral»?
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