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Etiqueta: identidad

Y, sin embargo, me querían

INTRO

¿Cómo hablar de las sensaciones y pensamientos que me evoca una espléndida novela como lo es “La primera vez que no te quiero” sin reiterar las acertadas ideas y opiniones de quienes poseen la maestría de la crítica literaria? Más aún, cuando no pretendo en ningún momento ser crítico literario. Desde su edición en este verano, nos encontramos ya con buenas reseñas y críticas como la de Juntando más Letras y certeras entrevistas como la publicada en el especial de El Cultural , entre otras muchas de gran valor y sabiduría. [1]

Cuando Lola López Mondéjar me propuso afectuosamente que participase en la presentación de su novela en la Librería LER de Cartagena, el pasado 24 de octubre junto con la profesora Flori Celdrán, lo hacía sabiendo que sus obras no cesan de evocarme vitales sensaciones y provocarme una suerte de reflexiones más allá de lo estrictamente literario; como manifesté, por ejemplo, en mi lectura de su impactante obra “Mi amor desgraciado” .  Aún con el riesgo de que mis observaciones se distancien de su personal visión de sus obras por el hecho, entre otros aspectos, de haber sido partícipe de la generación de jóvenes que describe en su novela. Tenía, además, el reto de esbozar unas ideas cuyas perspectivas fueran, en lo posible, complementarias o divergentes de la enternecedora lectura que Flori Celdrán nos ofreció en su presentación de esta novela.

Y comenzaba mi exposición así:

A los diez años Julia, la protagonista de “La primera vez que no te quiero” era extremadamente religiosa.

“Me metía en la iglesia al atardecer, cuando los fieles estaban ausentes y en el interior del templo se respiraba una exquisita tranquilidad, una atmósfera intemporal de nave a la deriva, con un sereno e íntimo olor a cera,…”  p.53

Cubierta Laprimera vez que no te quiero
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El “tuiteo” adolescente

«Lo que antes era un proyecto de “toda la vida” hoy se ha convertido en un atributo del momento” (Z. Bauman)

Recientemente se nos decía que “Parece que los niños nacen en Tuenti, crecen en Twitter y se acomodan en Facebook” (artículo de @petezin en El País). Y creo que más allá de lo que designa esa frase, debemos analizar con algo más de profundidad el papel que cumple la segmentación de las redes sociales entre los jóvenes y adolescentes.

Esta afirmación surge a raíz del último informe del Pew Research Center sobre adolescentes, medios sociales y privacidad, en el que se afirma que “los adolescentes de Estados Unidos están compartiendo en las redes sociales más información personal que nunca y, a la vez, están siguiendo distintas pautas técnicas y no técnicas para gestionar la privacidad de esa información”. Y que “usan cada vez más Twitter en lugar de Facebook, por la numerosa presencia de adultos en esta última red social y por la simplicidad que caracteriza a Twitter como medio de expresión”. Los debates con adolescentes mediante grupos focales muestran que ha disminuido el entusiasmo por Facebook, pero que se mantienen en esta red social porque la participación allí es una parte importante de su socialización.

Una tendencia similar se viene observando en otros países europeos, como es el caso del informe que realizó en 2012 ComScore sobre el panorama de los adolescentes franceses y Twitter, donde se refleja que la búsqueda de un espacio más propio, distanciándose de la red social donde se encuentran sus padres y familiares, determina el paso hacia Twitter, aparte de la mayor simplicidad de su funcionamiento. A lo que se une otras opciones en el desempeño del perfil (real o falso), como es la posibilidad de aumentar el número de seguidores en función de los comentarios más o menos chistosos y transgresores y la variedad de archivos y enlaces compartidos.

Adolescentes y Twitter
Fuente de la imagen: todocorrientes . com

Aquí en España irrumpe una red que no se da en otras latitudes, como es Tuenti, que sigue teniendo una implantación notable por varias razones: su sencillez, su garantía de privacidad, su facilidad para compartir fotos y su chat. Entonces ¿Por qué se pasan de Tuenti a Twitter y a Facebook conforme crecen? ¿Por qué se cansan después de Facebook?

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¿Qué quito de mi Vitae?

Las escenas que se viven atendiendo la demanda de los jóvenes para encontrar trabajo, sea el que fuere, comprenden día tras día un dramatismo que va más allá de las imágenes habituales de colas de parados. La tensión y la angustia que tienen que soportar y controlar los orientadores de las oficinas de empleo no suele reconocerse públicamente; ellos son quienes les asesoran en como mejorar su capital formativo y les facilitan las pistas para elaborar su Currículum Vitae como carta de presentación que debe de mostrar aquello que se puede ofrecer al puesto de trabajo al que optan, sus habilidades, su experiencia y las competencias obtenidas. Y, al mismo tiempo, son la “cara oficial de la administración” a la que se enfrentan los desempleados depositando en ellos sus esperanzas y una difusa amargura por una situación injusta de la que los orientadores no son culpables.

En el caso de la mayoría de jóvenes parados se añaden varias circunstancias. Por un lado, la denominada “sobrecualificación” predominante que impide adecuarse a las reducidas ofertas de empleo, junto a otros infracualificados por que abandonaron sus estudios prematuramente; la ´precariedad´ creciente de los contratos, y también, la excesiva ampliación del periodo de búsqueda de empleo. Para la OCDE, el problema no se limita al alto número de jóvenes desempleados y subempleados sino que también es mayor que nunca el número de los que han desistido de buscar trabajo. Un informe del Youth Employment Network expresaba que «la infrautilización de los jóvenes en el mercado de trabajo puede desencadenar un círculo vicioso de pobreza intergeneracional y exclusión social». Un documento del National Bureau of Economic Research (NBER) demuestra que quien se ve expuesto a la recesión entre los 18 y 25 años tenderá a creer que el éxito en la vida obedece más a la suerte que al esfuerzo.

Tener empleo no sólo permite disponer de un salario, supone imponerse una organización del tiempo, mantener experiencias compartidas y relaciones personales, plantearse metas, y determina un estatus social y una identidad personal. Frente a ello, repetidos fracasos en la búsqueda de empleo acaban en apatía, vergüenza ante los demás y resignación, en un sentimiento de culpabilidad al pensar que es uno mismo el principal responsable de la situación. La OIT en 2010 decía: «La incapacidad de encontrar empleo genera una sensación de inutilidad y ociosidad entre los jóvenes, y puede elevar los índices de criminalidad, problemas de salud mental, violencia, conflictos y consumo de drogas».

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