Hace poco un destacado intelectual y pensador nos confesaba que aún siendo catedrático de una importante universidad, de ser profesor en varias universidades extranjeras, de ser director de una agencia europea y de un organismo internacional de reconocido prestigio y autor de una cantidad inmensa de libros y artículos de ciencias sociales y referencia habitual entre los analistas sociales, reconocía inexorablemente que cuando tenía algún problema de funcionamiento con su ordenador personal (cuando se le quedaba “colgado”) debía recurrir a su hija de 16 años para intentar resolver el asunto. Ante la cual, a pesar de su “prestigio social”, tiene el riesgo de no ser más que otro inútil con las tecnologías de la información.
De todos es sabido que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (denominadas “TIC”, y mal llamadas “Nuevas Tecnologías” pues en realidad sus descubrimientos tienen mucho tiempo de vida), están provocando cambios en la sociedad con velocidades y efectos complicados de controlar. Es evidente que implican un mayor apoyo a la comunicación entre los humanos y que, a su vez, alteran modelos habituales de interacción social. Entre ellos, el papel tradicional padres/hijos se envuelve en una maraña de diversos encuadres, ante los que optan los mayores por asumir, bien con resignación, o bien por convicción de los efectos positivos esperados.
Como hemos podido recientemente comprobar en el Foro “Juventud, Familia y Sociedad de la Información” organizado por el INJUVE en Murcia[1], las TIC nos permiten nuevas interrelaciones familiares por medio del teléfono móvil. Nos ofrecen más autonomía con las tarjetas de crédito y la banca electrónica (somos el país europeo con mayor número de cajeros automáticos por habitante). Disponemos de otros mecanismos para el ocio con los Videojuegos y multimedia (somos el país de Europa con mayor número de equipos de DVD y del sistema llamado “Cine en casa”, por familia), o para captar partes de nuestras historias de familia con cámaras digitales que nos obligan a modificar los tradicionales soportes de la memoria familiar. Contamos con nuevas opciones para el consumo mediante la Telecompra doméstica. O bien alternativas ocupacionales con el Teletrabajo desde casa.
El profesor Javier Echeverría, del Instituto de Filosofía del CSIC, nos explica que el desarrollo de las Tecnologías de la información y la comunicación ha provocado la emergencia de lo que denomina “Tercer Entorno” (E3 – Espacio electrónico)[2] que se superpone al primer entorno (E1 physis – espacio físico) y al segundo entorno (E2 o pólis – relativo a la ciudad, a la comunidad tradicional) en los cuales se desenvuelve la humanidad. Este nuevo entorno supone no sólo un espacio social para la información y la comunicación sino, también, para la acción a distancia y en tiempo real, entre otros aspectos.
Y, según el profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, Santiago Lorente [3], de la misma manera que nacen “Comunidades virtuales” que son grupos de gente, relativamente conocida entre ellos, que se comunica a través del espacio electrónico –principalmente Internet- para un fin concreto, aparece también la “Familia virtual”, gracias a la comunicación mediada por las TIC.
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