“Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no solo pensar o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer.”
D. W. Winnicott
Cuando recuperamos partes de nuestra infancia, de nuestras ilusiones ociosas de la niñez, mediante la recreación de objetos y la reconstrucción de toda clase de cachivaches e ingenios, sorteamos el matiz maduro y condenadamente adulto que de su misma rememoración efectuamos mediante la escritura.
Aquí emerge el reto de un gran artista: mostrar los avatares de su imaginación creadora, ya larvada en su niñez, y reiniciada en su observación de la inventiva lúdica de los niños de tierras lejanas que reciclan y recrean, a partir de materiales y supuestas piezas inútiles, sus propias ideas de la diversión y del aprendizaje del mundo.
Ángel Haro nos enfrenta a un conjunto de artilugios y cacharros dignos de toda una vida de juegos infinitos en su exposición “FOLITRAQUE (Los juguetes del fin del mundo)” que se ofrece en la sede de la Fundación Pedro Cano de Blanca. El artista nos confiesa que «Un detonante ha sido el ingenio de la infancia en África a la hora de crear sus propios juguetes,…”, pero más allá del estímulo visual de sus viajes y del contacto con esas gentes, emerge con fuerza la creatividad germinada en su propia infancia.
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