Última actualización el 2018/04/30
Una de las satisfacciones que más puede enorgullecer a quien ama la cultura y el conocimiento es recibir la propuesta de presentar una obra como la que nos convoca hoy su autor en el Día Internacional del Libro. Vamos a hablar y abrir el debate con algunas notas extraídas del libro «Generación Efímera. La comunicación de las redes sociales en la era de los medios líquidos» del profesor de la UCAM José Manuel Noguera Vivo, publicado en la editorial Comunicación Social.
La mayoría de nosotros estamos familiarizados con diversos términos y calificativos que pretenden describir con su denominación un conjunto de aspectos sociales y culturales que configuran las diferentes y sucesivas generaciones de jóvenes. Así pues, nos hablan de los Baby Boomers, la Generación X, la Generación Y, los Millennials, la Generación Z, la i-Generación (o Generación Internet), la Generación Me (Generación Yo),la Generación @ o Generación #hashtag, etc… Y en el ámbito de las ciencias sociales nos encontramos tanto autores que se apoyan afanosamente en estos calificativos, frente a quienes defienden que los límites con los que se les pretende caracterizar y diferenciar entre unas y otras no son lo suficientemente robustos, o bien que tales definiciones responden exclusivamente a criterios y argumentos de la sociedad capitalista de consumo.
La apuesta de José Manuel Noguera al utilizar este título y sostener su importancia viene dada por un hecho incuestionable: nos encontramos ante una generación de jóvenes «cuya post-adolescencia ha coincidido con el auge y explosión de las redes sociales efímeras» y su proceso de inmersión mediática y su comportamiento vital, en y a través de ellas, nos muestran una singularidad tal, que lo efímero constituye un elemento esencial en la construcción de su identidad personal y social y en la definición de sus vidas.
En una época donde los vínculos digitales y nuestra vida virtual adopta diferentes formas en función de las diversas interfaces, los diversos dispositivos y los diversos algoritmos que las plataformas de redes sociales nos permiten, y donde nuestra supuesta privacidad está atravesada por el rastro de huella digital que ofrecemos, donde nuestro tiempo de ocio se monetariza al máximo mediante la economía de la atención para absorber nuestra mirada y nuestra escucha, donde cada vez más se hace precisa una alfabetización mediática y una dietética digital, emerge una aplicación paradigmática como Snapchat donde los mensajes efímeros de los jóvenes se convierten en expresión de puntuales emociones y sensaciones dirigidas a destinatarios específicos. De tal forma que, junto a la espontaneidad de tal conducta, su carácter efímero se concibe también como defensa de su intimidad.
Frente a un «fast-food» informativo, y el bombardeo de la publicidad, estos mensajes efímeros constituyen espacios de tránsito para proyectar aspectos de la identidad personal, con la comodidad de «no estar» en ninguna parte (no dejar rastro en la nube de lo transmitido) y en donde lo que vale es el contenido momentáneo, que puede ser afectivo, frívolo, divertido, burlesco, en suma, único para quien lo emite y para quien lo recibe.
El atractivo y el impacto de esta aplicación entre los jóvenes y las réplicas de su funcionalidad, que se adaptan con mayor o menor fortuna en las Stories de Instagram, junto a las dinámicas que generan las redes sociales provocan, entre otras cosas, que las marcas publicitarias y los medios sociales tengan que jugar con la infidelidad de su público potencial. De ahí que, ante unas «audiencias infieles», observemos que muchos de los medios informativos se centran en la «cultura de la anécdota» más que en un contenido informativo más profundo que permita la reflexión por el usuario o lector.
Ya no se accede a las «portadas» de los medios sociales digitales, cada vez más confiamos en los contactos de nuestras redes sociales para acceder directamente a determinadas noticias, cada vez más compartimos las noticias (p. ej. en Twitter) aunque ello no implica que las hayamos leído en su totalidad, o bien, que hayamos comprendido y entendido el contenido de su mensaje. La velocidad de escape que marca nuestra atención (cada vez más disminuida en su tiempo) no facilita una lectura sosegada de las noticias y artículos. Recordemos, en este momento, aquella aseveración de Noam Chomsky (2009) cuando expresaba: «La comprensión no es gratis».
En este panorama surgen los denominados «medios líquidos», que crean productos informativos en flujo basados en diseños amigables de sus contenidos para los dispositivos móviles, con el predominio de lo visual y la potencial viralidad de sus mensajes a través de los sujetos. O bien, informaciones emitidas en sistemas de mensajería acordes con las respuestas o preguntas de los lectores, construyendo una narración de sus relatos a partir de la premisa de la interacción con el consumidor. Ya no se trata solo de que una noticia pueda ser compartida, sino de posibilitar que el usuario la pueda ampliar y modificar en parte, en el flujo de su movimiento a través de las redes sociales.
Entre otras circunstancias que debemos considerar aquí, destacamos el impacto de las «cámaras de resonancia» de los algoritmos utilizados por las redes sociales que afectan al uso de los medios, lo que determina, además, el abanico de fuentes informativas diversas a los que podría acceder un ciudadano para lograr una visión plural de la sociedad.
En este «contexto del descontexto» que provoca el flujo de las redes sociales una de las misiones de las marcas (como cualquier industria mediática) reside en transmitir la experiencia de la emoción como noticia. Y en este ámbito, Snapchat (y sus derivaciones) supone un desafío para los medios al exigir un nuevo estilo narrativo y un uso distinto de la imagen.
Lo llamativo de este supuesto nuevo escenario es que lo efímero viene configurando nuestra cultura popular desde hace tiempo, donde la industria de la moda aparece como un referente paradigmático. Y constatamos, además, que lo que nos define como personas en este panorama efímero es el estado de nuestras conexiones, los medios tecnológicos utilizados y como compartimos, más allá del propio contenido que transmitimos a nuestros contactos.
Nos cansamos pronto de las novedades de los productos culturales y/o de las nuevas tecnologías que aplicamos en cortos periodos de nuestras vidas. Y naturalizamos de tal modo estas tecnologías en la vida cotidiana que no somos conscientes de nuestra acomodación a ellas, p. ej. al pensar nuestra idea del tiempo de uso real de los dispositivos móviles, o la gran diferencia que descubrimos entre la «audiencia real» y la «audiencia percibida» de nuestros mensajes.
Y no somos del todo conscientes de que, paradójicamente, realizamos un «consumo fragmentado” que entrelaza con una “capacidad de atención menor», al mismo tiempo que nos convertimos en productos culturales, poniendo en juego nuestra identidad digital y nuestra posibilidad de crear y difundir nuevo contenido informativo.
La comunicación política tampoco escapa de este marco, en el que la «filosofía del instante» determina una «política de la inmediatez» que intenta convertir en viral cada mensaje el cual será, sucesivamente, sustituido por otros nuevos. Unas comunicaciones efímeras donde las «ideas-fuerza» adoptan cada vez más relevancia, y para las que su éxito dependerá del grado de segmentación que consigan los estrategas en las diferentes redes sociales.
En este libro encontramos varios ejemplos significativos del empleo de estas estrategias mediante diversas redes sociales en campañas políticas. Aunque la evidencia nos muestra que la red «Internet en cuanto escenario político no es efímera», ni puede utilizarse con espontaneidad. Entre esas estrategias, Snapchat, como medio efímero en el que se desenvuelven principalmente jóvenes entre 16 y 25 años de edad, también fue utilizado en la difusión de mensajes de los debates políticos en las elecciones de los EE.UU.
Uno de los riesgos que aparecen en el marco de esta política de la inmediatez en la época de lo efímero, es lo que pertinentemente refiere J. M. Noguera de A. Gutiérrez-Rubí cuando señala sobre la utilización del «formato GIF» (como concepto) el peligro de que la política pase de usar recursos y un lenguaje icónicos, a convertirse en una «política GIF: atrapada en bucle, descontextualizada, absurda, frívola y reducida a simples señales».
En esta obra no puede faltar la voz de los propios jóvenes. En el diálogo que establece el autor con varios jóvenes mediante un grupo de discusión y entrevistas nos encontramos con una generación acusada de «inconsciente por exhibir su intimidad en las redes sociales» pero que tiene muy presente que «nuestra intimidad digital depende de ser cuidadosos y de que nuestros contactos también lo sean», con el reto de conseguir un espacio donde la confianza y el respeto mutuo deben ser la esencia de los vínculos. Y conscientes de que es un espacio donde los mensajes fuera de contexto pueden estimular reacciones no deseadas e irracionales.
No obstante, los difunden a pesar de saber que si se sube a alguna plataforma algo efímero que sea personal y auténtico -que es lo que más impacto produce y más seguidores logra- es difícilmente evitable que alguien lo pueda capturar. Como expresa una influyente instagrammer: «La gente quiere historias y yo quiero contar algo», pero «hay que tener claro el límite de lo que se mostraría a los demás».
Para ellos/as, Snapchat «es algo gracioso» (entre otros calificativos) donde predomina el entretenimiento frente al uso informativo, al que se recurre cuando se está aburrido, que nos permite el tono informal y despreocupado que no se desea evitar, en el que, además de ver qué hacen o sienten los demás y mantener los vínculos, se transmiten contenidos (efímeros) que poseen valor para la introspección personal.
El valor que damos a este libro de José Manuel Noguera no se basa solamente en lo que demuestra con sus análisis sino en las implicaciones sociales, las reflexiones y debates posteriores que nos suscita. De entre todas las cuestiones y líneas de discusión que me atraen, destacaría estas tres:
.- En el ámbito de los Medios: ¿Cómo y dónde abordar con los jóvenes procesos de alfabetización mediática (y transmedia) ante los efectos no deseados de las tendencias que se observan en los nuevos «medios líquidos»? ¿Cómo articular en la web social y en el contexto educativo mecanismos que fomenten entre los jóvenes la información crítica frente a la trivialidad y mediocridad cultural de muchas noticias efímeras?
.- En el ámbito de la Psicología: ¿Cómo está afectando a los jóvenes las dinámicas de comunicación social efímera con sus pares, en su proceso de identidad subjetiva y social? ¿Podríamos estar en una especie de tránsito entre lo que se define como «identidad mosaico» frente a una «identidad efímera», que se reconstruye y reconfigura constantemente por los jóvenes en esta «sociedad líquida» y de incertidumbre constante?
.- En el ámbito de la Ética y la moral cívica: Recuerdo el discurso del famoso filósofo Michel Serres de entrada en la Academia Francesa en 2011 en el que hablaba de la «Generación Pulgarcita» como una generación mutante de jóvenes que «conocen de otra manera, escriben de otra manera y no hablan la misma lengua.» Donde planteaba como reto global el hecho de que en nuestra sociedad queda por inventar nuevos lazos sociales. Y se preguntaba ¿Qué transmitir? frente a todas esas metamorfosis que protagonizan los jóvenes. Pensando estas reflexiones de Serres, me pregunto: ¿Cómo garantizar en esta época de lo efímero la transmisión de valores morales y éticos que se dirijan hacia el bien común, que eviten el aislamiento social, que promueva un sentido crítico de ciudadanía?
Estas y muchas otras reflexiones y temáticas emergen en el diálogo que suscita este autor con este libro que os recomiendo leer.
(Texto utilizado en la presentación del libro comentado, celebrada en el pub La Primera de Murcia, el día 23 de abril de 2018).