Al intentar comprender acontecimientos sociales complejos, por la variedad dispar de reacciones, de resistencias y de incertidumbres que a veces nos sugiere, como los ocurridos recientemente en Madrid con el bloqueo del acceso pacífico a la Puerta del Sol de los denominados “indignados” y las consecutivas respuestas de los indignados y las cargas policiales en la capital y en otras ciudades españolas por concentraciones solidarias con el bloqueo a los indignados o ante reacciones de los cuerpos de seguridad ante concentraciones de apoyo a inmigrantes , y en ciernes de convertir el #15M en estado de riesgo, no he podido evitar traer a la memoria algunas de las situaciones que viví en un periodo anterior muy distinto al actual y evocar algunas lecturas de entonces.
Al principio de los años 80, en pleno proceso de la transición política española, y en mi último año de estudios universitarios, me encontré con una frase imprescindible:
El hombre es un cazador de indicios.
Siempre consideré que nuestro genotipo conservaba aspectos vinculados con los ancestros más primitivos, y que la caza (de animales, de objetos, de personas) no era más que otra manifestación de la herencia brutal de la naturaleza humana que aún persiste. Pero la fuerza de esta afirmación reside en considerar a los humanos como sujetos que sobreviven al comprender entre nuestras diversas presas potenciales los indicios, éstos son las pistas, las pautas para interpretar la vida, la realidad, ya que es imposible imaginar una existencia sin interpretación, tal y como nos enuncia la escritora Cristina Peri Rossi en su obra “Indicios pánicos”. En esta obra, combinación de cuentos, relatos breves y versos, la autora nos expresaba un conjunto complejo de sensaciones y emociones que le provocaron los acontecimientos en los prolegómenos de la dictadura en Uruguay (la edición original es de 1970), en cuyas letras se delatan tanto vivencias de desesperación como necesarios elementos de transformación de los humanos. Si, ya sé que recurrir a declaraciones y pensamientos producidos en momentos pretéritos de la historia y en contextos políticos tan distintos podría resultar demagógico. Sin embargo, la amalgama de hechos imperdonables que presenciamos en estos días me impulsa a otorgar mi mayor respeto por las palabras de C. Peri Rossi y reflexionar junto con ellas.
Creo que todos compartimos la noción de que, frente a las evidencias, Los indicios nos avisan y nos llaman. Nos exigen una actitud de alerta. No se trata de convertirnos en paranoicos; aunque la gravedad del contexto social y económico y el lenguaje del miedo que nos invade diariamente provoca, de por sí, acciones lógicas de rebeldía y también bastantes conductas de estupor, de inseguridad y de huída ante las dudas sobre la opción a elegir.
El hecho es que los sucesos injustificables en el desalojo del punto informativo de los indignados en la Puerta del Sol y la posterior carga policial contra quienes intentaban acceder allí no sólo provocan mayor repulsa y una exigencia de responsabilidades , sino que nos sugieren una brecha fundamental en el marco de cohabitación y diálogo entre los colectivos y los poderes públicos y la deseable participación ciudadana. Quisiera entender estos hechos como aislados en la zozobra del gobierno para intervenir ante las iniciativas del movimiento #15M, pero sería interesante repensar algunas posibles ideas subyacentes en estas acciones como la que nos recuerda la autora, por ejemplo:
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