Nuestro Sistema Nacional de Salud y una metáfora particular
por: Gabriel Navarro

Todos hemos escuchado y participado la opinión de que el Sistema Nacional de Salud de nuestro país es una de las grandes riquezas institucionales que disfrutamos en nuestra sociedad. Y hemos comprobado, por las noticias recibidas o por la propia experiencia o bien de nuestros amigos y familiares, el altísimo grado de estrés y de extenuación al que se están viendo obligados los profesionales sanitarios durante esta penosa pandemia que nos azota y cuyas medidas preventivas cuesta mucho que se apliquen adecuadamente por una parte de la población. Una pandemia que lamentablemente su finalización se encuentra aún muy lejos de su alcance frente a lo deseable.

Pero estoy seguro de que la valoración efectiva de esta riqueza se produce cuando uno mismo se convierte, en un momento de su vida, en paciente a través de todo el ciclo de la atención sanitaria, desde los procesos de prevención y atención primaria hasta la hospitalización y atención especializada.

El pasado 12 de noviembre tuve una intervención quirúrgica en el Hospital de Santa Lucía de Cartagena, motivada por un diagnóstico de medicina preventiva, realizada magistralmente por el equipo liderado por la doctora María Balsalobre, con las cirujanas Arancha García y Nuria M. Torregrosa, el cual posee un consolidado prestigio desde hace tiempo y en cuyas manos ya estuve también hace unos meses. Su intervención exitosa y el seguimiento posterior evidencian el excelente trabajo de estas profesionales de la medicina y de los anestesistas y personal de enfermería de su quirófano.

 

Una Sansevieria en el Hospital

 

Durante los once días que transitaron desde la operación hasta mi alta hospitalaria, he podido comprobar el gran valor personal y técnico de todos/as los/as profesionales sanitarios que me han atendido. En otras ocasiones se ha expresado que la ética del personal sanitario es la del mérito, el esfuerzo, la constancia, el servicio a la persona basado en el rigor de la ciencia. Y es totalmente cierto. Pero a veces no somos del todo conscientes del factor humano que engloba su labor cotidiana. Una preocupación habitual de quienes se ven obligados a una hospitalización es saber su duración y/o lograr que su estancia en el hospital sea lo más corta posible. Ello constituye sin duda un signo positivo de recuperación. Sin embargo, no se suele vincular el desarrollo de ese periodo de mayor o menor estancia en el hospital a la virtud profesional de quienes nos atienden y nuestro grado de adaptación a las pautas que exige cada tratamiento.

Lo que quiero destacar después de mi experiencia es sobre todo el aspecto humano, amable y, a su vez, riguroso de profesionales sanitarios, de enfermeros/as, auxiliares de enfermería, y celadores como Marce en la zona previa de quirófanos, o como Rocío, Ismael, Raquel, Juan, Israel, …, de la zona REA UCI, o como Mari Carmen, Almudena, Dani, Cristina, Pedro, …, de la planta 3ª del Bloque 5º, entre muchos otros nombres de mujeres y hombres que mi limitada memoria no retuvo adecuadamente, y que según comprobé se dejan el alma en realizar su trabajo con la mayor seriedad posible. He podido observar su grado de afabilidad en función de las necesidades particulares de diversos pacientes, así como su nivel de asertividad precisa en momentos excepcionales en los que algún paciente se alteraba con notable desorientación, una circunstancia que puede ocurrir en cualquier momento entre personas mayores, y que solo la firmeza y claridad con faceta amable puede reconducir positivamente.

Mi gratitud hacia ellos/as es consecuencia del reconocimiento de su esfuerzo, su tesón y su capacidad técnica. Y, a la luz de los datos que disponemos y de lo evidenciado por mí, el mayor agradecimiento que como sociedad podemos ofrecerles es que los organismos competentes doten, de una vez por todas, de los recursos humanos efectivamente necesarios para completar las plantillas hospitalarias y los servicios de Atención Primaria.

Se han empleado en la literatura muchas metáforas para describir o analizar tanto la salud como la enfermedad, así como los sistemas que las afrontan. No pretendo ser nada original, creo, modestamente, que una metáfora sencilla y amigable al pensar en nuestro Sistema Nacional de Salud, podría ser el de las propiedades de una planta como la Sansevieria. (Espero no caer en lo cursi).

En un estudio de la NASA publicado en 1989, la Sansevieria apareció en un listado de plantas que, colocadas en interior, contribuyen a la purificación del aire convirtiendo el dióxido de carbono en oxígeno, con cualidades de purificación del aire al usar el proceso del metabolismo del ácido crasuláceo, eliminando sustancias tóxicas como el benceno y el formaldehído, ayudando así a:

  • mejorar problemas respiratorios,
  • contribuir a la reducción del estrés,
  • combatir el cansancio o el estrés,
  • ayudar a la conciliación del sueño.

Una de las mayores propiedades de esta planta, además de lo anterior, es su gran capacidad de adaptación a condiciones ambientales diversas. Una planta que no requiere un mantenimiento especial, ni mucho riego, porque si las regamos mucho su crecimiento disminuirá, pero un exceso de falta de agua provocará que sus hojas se sequen.

Circula la vaga idea de que nuestra Sanidad, al estar ya bien implantada y por sus magníficas propiedades, no requiere cuidados especiales de manera que se garantice su funcionamiento y su mantenimiento normal. Esta situación extrema que estamos sufriendo por la pandemia del COVID-19 nos demuestra que en aquellos lugares donde no se han reforzado suficientemente los equipos de profesionales sanitarios, es donde más ha incidido el impacto negativo de sus efectos en el conjunto de la población, aparte de otros factores de comportamiento social incorrecto. Y este hecho no solo ha afectado a los pacientes de COVID-19, la atención de muchas otras patologías se ha visto desplazada por lo abrumador de esta brutal pandemia.

Más allá de los aplausos y otros gestos de cara a la galería, seamos consecuentes en nuestros compromisos como ciudadanos y exijamos que el mantenimiento y cuidado de nuestro Sistema Sanitario responda a los valores y las propiedades beneficiosas que ofrece a la comunidad. Esta defensa de la Sanidad Pública debería ser nuestro más correcto y positivo reconocimiento a todos estos profesionales sanitarios.

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