Todo contra todos

Diariamente nos indignamos con las sucesivas noticias de una sociedad indeseable que estrangulan nuestras limitadas expectativas de satisfacción personal ante la incertidumbre. Pero su crudeza nunca superará en malestar a quienes han perdido su trabajo o deben emigrar para conseguirlo, quienes pierden la ayuda de asistencia para la dependencia, quienes sufren la merma de la sanidad y la educación pública o quienes pierden su vivienda de toda una vida.

Ante ese cúmulo creciente de adversidades intentamos buscar una respuesta práctica o, en su defecto, localizar una forma de evadirnos, por breves momentos, pensando en otras cosas, pues no somos responsables de este desastre importado. Las vidas truncadas que se muestran en los medios alimentan la toma de conciencia del drama social pero, en otros casos, se convierte en un relato de amenazas que aterroriza y que nos lleva a expresar: “¡que no me toque a mí!

Esta crisis disparatada se refuerza en la estrategia de distribuir miedo, no sólo pobrezas. Y consigue que lo complejo y casi inabarcable de los acontecimientos, no permita una respuesta global satisfactoria del conjunto de la población. Disponemos, según B. Ortín de mucha información,, pero esto no nos genera mayor libertad de pensamiento, sino más desasosiego. Confiamos en dominar nuestro pensamiento libre pero ello no es tarea fácil, deberíamos ser capaces de manejarnos dentro de la contradicción paradójica. Y ello implica tener al menos tres alternativas de conducta. Es decir, de manejar la defensa de una posición, de defender la contraria y la consecuencia dialéctica entre ambas. Pero lo que se nos expone cotidianamente provoca contradicciones fragmentadas que oscilan entre dos escenarios de conducta muy distintos.

IMGP4768 por Gabriel Navarro Carretero

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