La corteza plástica de Susaña
por: Gabriel Navarro

“Las fotografías son tal vez las más misteriosas de todas las cosas que conforman y densifican el entorno que reconocemos como moderno. Las fotografías son, en verdad, experiencia capturada, y la cámara es el arma ideal de la conciencia en su modalidad adquisitiva.”
Susan Sontag (cit. por J. Berger) [1]

La singularidad de nuestros paisajes interiores puede manifestarse hacia el exterior de múltiples y curiosas maneras. A veces los narramos con mayor o menor acierto al intentar transmitirlos a quienes nos rodean en función de nuestra habilidad con el lenguaje, en otras ocasiones, según nuestra capacidad creativa y nuestro dominio de las técnicas expresivas, logramos que se muestren con un drama o una gracia especial. Pero, sólo quienes han trabajado a fondo su particular proceso creador, son quienes logran emocionarnos con su visión.

Y de eso trata la maravillosa fotografía de Luis Marino, la cual nos arranca una diversidad de emociones provocando que descubramos partes de nuestros indescifrables paisajes interiores a raíz de la investigación de los paisajes de sus propios recuerdos de infancia, que se proyectan en los reflejos de los envejecidos plásticos de invernaderos. A través de su obra “Susaña. Paisaje detenido”  intenta recuperar, según sus propias palabras, un misterioso paraje de la costa de Mazarrón, “su territorio personal plagado de leyendas e hitos arqueológicos en el que mi abuelo tenía un trozo de tierra donde se cultivaban tomates”.

Luis Marino explicando su obra Susaña en Murrala Bizantina

En su labor creativa comprobamos como la memoria episódica, aquella que se refiere al recuerdo de nuestros acontecimientos pasados en la vida, que se configura como nuestra seña autobiográfica esencial y nos permite orientarnos en el tiempo y el espacio, es superada por la ficción narrativa, mediante la cual “construimos, reconstruimos, en cierto sentido hasta reinventamos, nuestro ayer y nuestro mañana. La memoria y la imaginación se funden en este proceso. Aun cuando creamos mundos posibles de la ficción, no abandonamos lo familiar, sino que lo subjetivizamos, transformándolo en lo que hubiera podido ser y en lo que podría ser” [2]. La huella de la memoria icónica de sus recuerdos infantiles en estas fotografías es inmensa, pero nos lleva sin duda a reflexionar las palabras de Sontag: “En cierto modo, Proust no supo ver que las fotografías no son tanto un instrumento de la memoria como una invención o un sustituto de ésta”.[3]

Entre las posibles interpretaciones de lo real de unos plásticos desvencijados, el artista impregna el rastro de sus paisajes interiores. La erosión provocada por los vientos, por el polvo, la sal y la arena, el resquebrajamiento de los plásticos que impone el sol implacable de esta tierra, el desgarro tortuoso de sus compuestos orgánicos, el deterioro de sus moléculas, todo ello que puede concebirse como una basura dramática y contaminante, se transforma con su mirada, con su ajustada distancia focal y su control de la luz solar y sus reflejos, en terrenos, cordilleras, glaciares, mares y cielos reconocibles y ensoñadores.

Susaña - Luis Marino - Murrala Bizantina

Este conjunto de fotografías son consecuencia de un proyecto ejecutado en la Universidad Miguel Hernández de Elche, con motivo de la realización de un título de Experto en Artes Visuales. Muchas veces oímos a los autodenominados sabios de la fotografía que la importancia de una obra depende del “proyecto”, a pesar de que una sola fotografía instantánea pueda entrañar una belleza sublime. En este caso, la elaboración de estas imágenes no sería factible si su autor no tuviera una sólida experiencia pictórica. Esto es fácil comprobarlo, pues si eligiéramos una a una cualquiera de las fotografías de la exposición “Susaña. Paisaje detenido” disfrutaríamos hasta tal punto de su visualización, que la procedencia de su concepción sería algo secundario.

Susaña - Luis Marino - Murrala Bizantina 1

Los plásticos de estos viejos invernaderos no solo cumplen el rol de espacio de reflejos, quizá cubren para el artista ese trozo de historia personal de la infancia que no se puede transmitir salvo a retazos. Se transmutan, por su textura, su cromatismo y sus escenas, en una corteza plástica que rodea y resguarda oportunamente una época de Susaña, de su entorno original, que ya no se volverá a vivir. Sin embargo, a quienes tenemos la suerte de contemplar estas bellas fotografías, nos incita a reinventar gozosamente nuestros propios paisajes.

NOTA: “Susaña. Paisaje detenido”, se expone en la Sala Muralla Bizantina de Cartagena, desde el 3 de octubre hasta el 11 de enero de 2015.

REFERENCIAS:

[1] Berger, J. (2001) Mirar, Edit. Gustavo Gili.

[2] Bruner, J. (2003) La fábrica de historias. Derecho Literatura y vida. Fondo de Cultura Económica - México.

[3] Berger, J. Idem. anterior

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