Un Tiquismiquis nace, según Víctor Soriano
por: Gabriel Navarro

Hay una frase, supuestamente anónima, sobre la fotografía que desde que la leí me llamó la atención: «Siempre he pensado que una buena foto es como un buen chiste. Si tienes que explicarla, no es tan buena». Y, aunque podemos aplicarla a la mayoría de imágenes que el arte fotográfico nos ofrece, hay ocasiones en las que se nos revela de forma más evidente como es el caso de la serie de fotografías de la exposición de Victor Soriano (en Twitter: @vicsoriano ) titulada: ‘Un Tiquismiquis nace, no se hace’ , que se muestra desde el 22 de mayo al 22 de junio en Tiquismiquis Gastrobar & Sushi de Murcia. Una empresa que, junto a una carta sugerente, se aventura con TransFood Sessions «un nuevo modelo de experiencia culinaria, en el que la expresión artística contemporánea participa directa y esencialmente de la vida cotidiana del restaurante.»

En este proyecto han participado ya varios artistas, entre quienes figura Nicole Palacios , de quien ya pudimos disfrutar de su obra en otro restaurante singular: «Las Rejas» de Cartagena. En la web de este restaurante nos manifiestan que: «El objetivo que se persigue con este proyecto es que, cada vez que se visite Tiquismiquis, se entre en un espacio nuevo, diferente, en el que la arquitectura, la atmósfera y las experiencias se transforman radicalmente.»

¿Qué interpretamos cuando estamos en la mesa disfrutando de un tartar de salmón maridado con un vino Gorgocil ante la variedad de gestos de quienes nos lo han elaborado y nos lo han servido y son, además, protagonistas como modelos expresivos en la pared de enfrente a nuestra mesa?

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De las variadas reacciones vulgares y chascarrillos posibles con nuestros acompañantes, queda lo esencial: son tremendamente humanos. Y cada uno de nosotros, si pudiéramos enfrentarnos al mismo escenario, adoptaríamos convencidos alguna de esas poses y expresiones que muestran, pero sin la seguridad de aparecer con su misma maestría.

Vistor Soriano no persigue dejar una huella en la memoria visual del espectador cuando levanta su copa o juega, según la habilidad disponible, con los palillos al atrapar un trozo de sushi. Provoca ante todo una leve emoción al contemplar a los protagonistas como un espejo de su realidad cotidiana. Pues comprobamos algo que coincide con lo esperable: tendrán momentos de tensión, y periodos de relajación en su labor diaria, pero nunca exentas de pasión y buen humor.

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No se trata de mostrar las supuestas excelencias del personal de plantilla homogeneizado en las presuntas satisfacciones que nos pudieran brindar al unisono, como hemos sufrido a veces viendo reportajes de alguna compañía comercial aérea perfectamente uniformada, por ejemplo. Aquí la excelencia es el gesto, es la sensación de que cada uno/a de quienes forman parte de este equipo lo es a su manera, comprometidos con su misión, pero con su propio talante y estilo. Con su saber hacer y sus defectos.

Como dice Anne Geddes «Lo más difícil en fotografía es crear una imagen simple». Y las imágenes aparentemente simples que observamos en las paredes del Tiquismiquis no ocultan la variedad de sentimientos de cada personaje. La psicología grupal nos dice que un equipo heterogéneo puede, inicialmente, ser más complejo de funcionar, pero siempre es mucho más enriquecedor y creativo. Y esa idea de creatividad e innovación es la base del mensaje del equipo de esta empresa, lo cual nos comunica Víctor con su entrañable obra.

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Algunos expertos en la crítica y el arte fotográfico, como Dubois, recomiendan ver y centrase en el proceso de la creación fotográfica, más que el producto. Lo que Víctor Soriano nos transmite es que, en su proceso de creación fotográfica que ha elaborado con estos personajes, busca la complicidad, intenta sobre todo enredarlos al máximo con el visitante, y no tanto con el espacio físico del restaurante que ofrece al comensal una suerte de interiorismo minimalista acogedor.

De ahí el logro eficiente de su misión como fotógrafo. Hasta el punto de que no podemos evitar imaginar, junto a la seriedad en los preparativos técnicos, los momentos alegres que el autor tuvo que disfrutar en el desarrollo de las escenas que podemos contemplar, con mucho mejor detalle y mayor calidad de lo que veis en este post, en el enlace a su galería.

Sin duda iniciativas de la clase de «TransFood Sessions» otorgan un nuevo cariz a la oferta cultural, aún constituyendo un papel modesto en el conjunto de la vida artística de la ciudad, que nos enseña facetas creativas que probablemente en otros entornos no conseguirían el mismo impacto. Y se convierte, claro, en una sugestiva invitación para disfrutar al mismo tiempo de una buena cocina.

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