Perfopoesía en los Refugios de la Guerra
por: Gabriel Navarro

Anoche en los antiguos Refugios de la Guerra de la calle Gisbert de Cartagena que ahora constituyen el Museo – Refugio de la Guerra Civil pude disfrutar de un evento singular, divertido y saludable junto a buenos amigos, en el marco de “La Noche de Los Museos 2011” (14/5/2011). Pero, al mismo tiempo, me encontré con una rara sorpresa: me acordaba también de Federico Fellini y de Faemino y Cansado.

Asistir a un acto de esta clase sin conocimiento previo de las creaciones de quienes iban a interpretar su repertorio, aún sabiendo sus buenas referencias, fue una satisfacción mayor. La actuación de Os Reverendos fue sublime e impactó más, si cabe, por el duro entorno del escenario de la colina horadada por los refugios antiaéreos. Teníamos la certeza de que si se diera un bombardeo (que nadie desea) estaríamos todos seguros en ese cobijo, pero nadie nos puede garantizar los efectos de las bombas mentales que nos lanzan esta pareja de poetas de extraño rango, que producen algo tan distinguido y actual como la “perfopoesía”.

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Lo suyo es una versión adaptada a nuestros tiempos de una eucaristía en la que, en vez de hostias, se ofrece al público asistente unas suculentas “galletas maría” a las que difícilmente uno se puede resistir (no obstante, agradecieron amablemente al final de la actuación, a quienes se las devolvieron para poder ahorrar en gastos de cara a la siguiente representación). Su ceremonia era de todo menos confusa, pero lograron diluir las mentes de los espectadores al otorgarles la posibilidad de oficiar un sacramento laico en el que la sonrisa, la reflexión, la carcajada y el estupor formaban parte inseparable de un crudo simbolismo de sus textos que nos presentan las diversas realidades que cualquiera de nosotros sufrimos y, nos guste o no, identificamos con facilidad. No es que nos hablen de lo que le sucede y piensa nuestro vecino, es que nos demuestran que nosotros somos ese vecino del que tanto hablan los medios de comunicación tradicionales.

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Y en esto que se me aparece Federico Fellini con aquella rotunda frase: “La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.” Y así es, y así nos lo cuentan estos perfopoetas, aunque no se refieran nunca en su discurso directamente a la TV y sus graciosos efectos mentales. Tal era la sencillez en la puesta en escena y la eficacia en el uso de recursos y atrezzo (sin duda es una producción teatral eficiente y “sostenible”) que cualquier interrupción derivaría en pecado. Y aquí vuelve a mi memoria Fellini cuando se enfadaba lógicamente con las televisiones que interrumpían sus obras de arte con una insultante inserción de anuncios publicitarios, y reclamaba públicamente que sólo lo aceptaría cuando se emitiera una misa católica en TV incluyendo pausas publicitarias en medio de la eucaristía.

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Aunque, bien pensado, Os Reverendos quizá no se molestasen mucho ya que podrían ser ellos mismos ese anuncio sobre el porvenir que nos espera en la vida, en medio de cualquier buena película italiana. Una muestra de ello es que, además de hacernos reír y también cantar un estribillo algo escatológico, estuvieron casi a punto de que todos nos bajásemos los pantalones ……., por solidaridad cultural.

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Y aquí aparecen Faemino y Cansado, no por lo que nos puedan rememorar, sino por la sospecha de que aquella pareja de humoristas ya tienen reemplazo. Un reemplazo que no proviene de los contenidos de sus textos (tan distintos y distantes) sino por el hecho de que si aquéllos reivindicaban el “humor del Tercer Mundo en un primer mundo de mierda», estos de ahora, Os Reverendos, creo que nos resaltan la ironía del Cuarto Mundo a la vuelta de la esquina de nuestra sociedad hipócrita,  junto a la complacencia de la pobreza mental televisiva. Pero su humor tiene también la facultad de enseñarnos la importancia de que “No hay final. No hay principio. Es sólo la infinita pasión de la vida.” (Fellini)

Al menos son educados, muy educados. Y se afanan en despedirnos personalmente dándonos la mano a todos y cada uno de los asistentes, con un amable: “Vuelva usted cuando quiera”. Solamente un detalle que no me resisto a contarles: Por mucho que su acento, su gracia, su pose y estampa les sugieran, les puedo asegurar que…… no son de Sevilla.

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