Hambre de piel frente al coronavirus COVID-19

La piel, de no rozarla con otra piel
se va agrietando…
Los labios, de no rozarlos con otros labios
se van secando…
Los ojos, de no mirarse con otros ojos
se van cerrando…
El cuerpo, de no sentir otro cuerpo cerca
se va olvidando…
El alma, de no entregarse con toda el alma
se va muriendo.

Bertolt Brecht

Los humanos, como los primates, nos relacionamos con otros para ser tocados. Nuestra necesidad de contacto físico permanece desde el nacimiento hasta el día de nuestra muerte. La privación del tacto, o el “Hambre de piel” (Skin Hunger) como a veces se conoce, es una situación que surge cuando tenemos poco o ningún contacto físico con los demás. El contacto físico, las caricias, sirven para para crear y mantener nuestras relaciones con los demás. Como nos informaba hace años Daniel Coleman, impulsor de la Inteligencia Emocional, la experiencia de ser tocado tiene efectos directos y cruciales en el crecimiento del cuerpo y de la mente. Necesitamos afecto humano, afecto físico. Si no satisfacemos nuestra necesidad emocional a través de los medios físicos de un abrazo, nos sentimos solos y desanimados. Y perder el contacto humano regular puede provocar algunos efectos graves y duraderos.

El contacto piel con piel es vital no solo para la salud mental y emocional, sino también para la salud física. En los primeros años de vida, el tacto es crucial para construir relaciones saludables. El tacto también puede calmar ciertas funciones corporales, como el ritmo cardíaco y la presión arterial. Lo hace estimulando los receptores de presión que transportan señales al nervio vago. Este nervio conecta el cerebro con el resto del cuerpo. Utiliza las señales para frenar el ritmo del sistema nervioso. La deprivación táctil puede llegar a provocar en una persona lo que denominamos hambre de piel y, según explica Lauren Sharkey, uno puede sentirse abrumadoramente solo o privado de afecto. Estos síntomas pueden combinarse con: sentimientos de depresión, ansiedad, estrés, baja satisfacción de la relación con otros, dificultad para dormir, y una tendencia a evitar adhesiones o emparejamientos seguros.

No se trata solo de percibir y tener las sensaciones de afecto, de ternura, de calidez en el contacto con los otros. El contacto piel con piel nos permite, además, entender aspectos esenciales en nuestra comunicación social. En sus investigaciones, Matthew J. Hertenstein y colaboradores mostraron que mediante el contacto con nuestra piel se puede reducir la presión sanguínea y niveles de cortisol, lo cual reduce el estrés e incrementa los niveles de oxitocina en el cerebro. Asimismo, estudiaron el papel que juega el tacto en la comunicación emocional, el apego, el vínculo, el cumplimiento, el poder, la intimidad, la provocación de placer y el gusto. demostrando que los participantes podrían descifrar la ira, el miedo, el asco, el amor, la gratitud y la simpatía a través del tacto de un desconocido a niveles mucho mejores que el azar, proporcionando también evidencia de que las personas pueden decodificar con precisión distintas emociones simplemente observando a otros comunicarse mediante el tacto. Por otro lado, Sarah McIntyre y colaboradores estudiaron la capacidad de los seres humanos conocidos para señalar el significado de varias señales de palabras (p.ej., gratitud, tristeza) usando solo la sensación táctil. Mostraron que las personas emocionalmente cercanas pueden señalar con precisión el significado de diferentes palabras a través del tacto, y que el rendimiento en esta tarea se ve afectado por la cantidad de información contextual disponible.

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