Jóvenes, redes y revueltas como paisaje
por: Gabriel Navarro

«No es posible hackear el sistema sin hackear tu propia mente, tu propia vida». Esta es una de las contundentes frases con las que Rossana Reguillo, a partir de una famosa serie de TV, nos sumerge de entrada para encuadrar sus análisis en esta obra: «Paisajes Insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio«, uno de los libros que más me han impactado últimamente, a pesar de conocer previamente y estar familiarizado con varias de las fuentes que maneja esta investigadora social con eficacia y especial sensibilidad. Un libro que nos impele a releerlo cada cierto tiempo para recuperar/estimular nuevos pensamientos, como si fueran un sustancioso rizoma gradual y diseminado en nuestra mente.

En el abordaje del hecho juvenil, como conducta social o como condición social, la mayoría de quienes trabajamos en el ámbito de la intervención social con jóvenes, nos apoyamos en los tradicionales estudios sociológicos que en un momento puntual aplican metodologías cuantitativas o cualitativas para radiografiar el estado de la cuestión, ya sea relativa al empleo, la educación, la salud, la política, etc.

Sin embargo, no hay muchas ocasiones en las que un enfoque basado en el análisis antropológico, en la reflexión a partir de las vivencias y observaciones personales de quien investiga un comportamiento social o una acción comunitaria sobre el propio terreno, comprenda el dominio de combinar la reflexión certera del trasfondo de los movimientos sociales que estudia, con la función social y cultural de su testimonio.

La apuesta decidida de Rossana Reguillo radica en comprender las lógicas y las dinámicas que emergen en el desarrollo de estos movimientos en tanto que insurrecciones cívicas, profundamente necesarias para otorgar un nuevo sentido vital al conjunto de la sociedad, qué pilares las sustentan y como organizan su mensaje y su hálito de conciencia al mundo. Con este objetivo, aborda casos conocidos de movilizaciones en Méjico, Estados Unidos, España, Turquía o Francia, que han marcado el inicio de nuevas formas de hacer política en la sociedad-red.

Paisajes insurrectos - Rossana Reguillo (portada)

Este punto de vista integrador y complejo surge, a su vez, en una clara confrontación de esta autora con el hábito mediático (también académico) de asignar calificativos a la juventud, una cosificación burda, con la ilusión de lograr una comprensión más tangible de su realidad social por su mero uso. Ejemplos de ello lo contemplamos en la estigmatización mediática de los jóvenes, al extender el concepto de generación de Ninis, o en la utilización intensiva de definiciones generacionales (Millennials, Generación X, Generación Z, etc.). Frente a ello, con esta obra debemos destacar que, en esta época de incertidumbres y de riesgos (que no se reparten por igual en todo el mundo), los jóvenes en condición de precariedad son los más vulnerables, y su corolario personal está determinado por el juego inseguro que desempeñan las identidades adoptadas.

Lo que para otros estudiosos serían simplemente «escenarios sociales» en los que germinan y se amplían las diversas acciones sociales, para Rossana Reguillo adquiere un significado obligadamente ambicioso y enriquecedor al denominarlos «paisajes».

El primero enmarca la crisis del proyecto civilizatorio, atravesado por la precariedad que provoca el colapso de las estructuras de poder. Esta condición social de precarización creciente y dilatada engendra, en ciertos sectores de jóvenes, vidas al límite de lo posible, con códigos e imaginarios en donde «lo que importa es la sobrevivencia que cabalga entre la carencia y el exceso».

Este contexto de vicisitudes violentas se observa de forma más cruda, injusta e insufrible en Latinoamérica, pero no podemos descartar que emerjan también en nuestro supuesto estado de bienestar europeo. Existen casos puntuales en Europa, pero si la condición de precariedad y, como bien define Reguillo, el «desencanto radical» se prolongan en nuestros países -lamentablemente es lo que se presume-, no debemos descartar que situaciones similares a aquél contexto se reproduzcan en nuestro entorno. La referencia inteligente a personajes míticos como Perseo y su alter ego el Endriago, excede sutilmente el recurso literario, para adentrarse en el entendimiento complejo de las identidades que se desenvuelven en las transformaciones sociales impulsadas por los jóvenes como nuevos agentes.

El segundo paisaje aborda los vinculos entre las pasiones y deseos de los sujetos y los espacios singulares, las plazas ocupadas, donde florecen y se reactivan las insurrecciones sociales, desde el hartazgo hasta la identificación de los causantes de la injusticia y del malestar social.

El tercer paisaje aborda el espacio-red, el entorno digital en el que se irradia tanto el malestar, como las propuestas alternativas, e introduce conceptos apasionantes -por el desafío que nos provoca su conocimiento y su aplicación potencial a múltiples acontecimientos- que van pergeñando su análisis. Reguillo nos habla de «vectores de polinización», «superficie de inscripción digital», «red de acontecimientos disruptivos», “escenario para la acción” (Arjun Appadurai) o «acción conectiva» (Bennet y Segerberg), entre otros, y la exigencia de concebir la «participación como un litigio por la palabra», donde la “palabra” constituye un asunto clave para llevar a la práctica la incursión de un nuevo sujeto político. Un conjunto de conceptos y argumentaciones que no pretenden, según nuestra autora, convertirse en una teoría cerrada, sino todo lo contrario.

Un aspecto relevante que nos muestra es la diversificación notable en las formas de respuesta, de reacción y de co-creación de los diferentes movimientos juveniles en cada región estudiada. Movimientos influidos por el aumento de los contactos y las interrelaciones que acontecen entre los sujetos, entre sus sensibilidades, entre sus cuerpos, derivados de los múltiples flujos personales y de las herramientas que posibilitan las tecnologías de comunicación.

Así nos encontramos desde el «micrófono humano» en Occupy Wall Street, al video originario que dió impulso con su denuncia a Yo Soy 132, el streaming empleado en el 15M a través de Tomalaplaza.net, los memes utilizados en la movilización de Gezi Park, o el acertado empleo de hashtags en el conjunto de estos movimientos, destacando el de #NuitDebout y #GlobalDebout, entre otros. Se trata, en suma, de entender los procesos de integración de todos estos dispositivos tecnológicos y/o corporales en la esencia de su misión, elementos que forman parte de las «narrativas de contestación», tal y como expresa la autora, mediante las que los actores no solo definen los contenidos y los espacios potenciales, sino el cómo y cuáles de estos se recuperan para desplegar en el espacio público expandido. Aunque muchas de esas respuestas sean difusas y situacionales, la asamblea y la red (física y virtual) naturalizan nuevas formas de ser actor político, en un sentido amplio del término.

El cuarto paisaje es, probablemente, el más arriesgado y a la vez el más sugerente y motivador para el lector. Al tratar las acciones que se desenvuelven en los movimientos-red no podemos evitar ya incorporar la comprensión de las emociones, las resistencias y los afectos que construyen nuevos discursos, nuevos anhelos y una agencia política distinta en la sociedad. En este marco, Rossana Reguillo esboza una necesaria distancia frente a determinados conceptos de las teorías clásicas de los movimiemtos sociales, que hoy pierden eficacia. Y recurre oportunamente a otras ideas fuerza como el de «imaginario radical» de Castoriadis, frente a los imaginarios instituidos diseñados para consolidar lo establecido en la sociedad actual.

Entre los interesantes conceptos que maneja en este libro, tanto propios como adecuadamente importados por Reguillo de otros autores, y que darían pie a sugerentes desarrollos posteriores, podríamos destacar el de «Desanclaje». Un término cautivador y rotundo que, en el marco de estos análisis, designa tanto un proceso «destituyente» -que marca una ruptura con los imaginarios dominantes-, como un proceso instituyente abriendo paso a otras relaciones y otra configuración del futuro deseado. Un proceso de «disidir de la hegemonía».

En este libro no encontramos una conclusión, en su capítulo final, que pueda calificarse de cerrada. Al contrario, nos abre nuevos retos intelectuales que atraviesan puntos de vista complementarios y de apertura a diversos campos de estudio. No podría ser de otra forma. Partiendo de una reflexión muy personal sobre lamentables acontecimientos sufridos por la autora, uno de esos retos de pensamiento nos desliza a través del Análisis de Redes Sociales hacia el importante concepto de «nodo de intermediación» que, en estos paisajes, se trata de aquéllos sujetos ubicados en determinada posición en su red social que por su acción (su conversación, su discurso, etc.) logran articular y conectar a otros nodos «fortaleciendo los sistemas de paso», accediendo a otras visiones del mundo. Otra serie de ideas quedan esbozadas en este capítulo final, cuyo calado exigiría dedicar mayor espacio y tiempo en su explicación y debate, al igual que sucede en el tratamiento riguroso de los anteriores capítulos, una tarea que no descarto en el futuro.

Este libro imprescindible nos lanza al compromiso de profundizar en sus planteamientos y exploraciones, para comprender con la intensidad requerida el juego diverso que adoptan estas insurrecciones juveniles, estos movimientos-red, y cómo se inscriben en los procesos de identidad social y subjetiva de los jóvenes.


REFERENCIA:

Reguillo, R. (2017): Paisajes insurrectos. Jóvenes, redes y revueltas en el otoño civilizatorio. Barcelona. España. NED Ediciones.

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