Apostar por los jóvenes SÍ-SÍ
por: Gabriel Navarro

Se encienden nuevamente las alarmas sobre el incierto futuro de la juventud. En esta ocasión, la OCDE reitera la preocupación sobre el aumento de jóvenes que ni estudian ni trabajan, los tan denostados “Ni-Nis”, pues se estima que alrededor de 20 millones de ninis de los estados de la OCDE pueden haber salido ya del sistema educacional, social y laboral de sus países al desistir de buscar empleo. Siendo más grave esta situación en países como en España y Grecia, donde más del 25 % de los jóvenes adultos podían ser considerados “ninis”. A la circunstancia de vulnerabilidad de la juventud que arrastramos desde hace años en nuestro país, se añade el singular y triste hecho de que en los niveles superiores de formación el desempleo español es 2,8 veces superior a la media de la OCDE y, además, los jóvenes tienen el doble de posibilidades de estar en el paro que los trabajadores adultos.

Para colmo de males, en el informe “Perspectivas de las habilidades en 2015”, elaborado por la OCDE se indica que casi el 50% de estos jóvenes carecen de las habilidades informáticas requeridas hoy, o bien, cómo un 10% de los recién licenciados tiene pobres habilidades lectoras, y a un 14% le cuesta manejarse con las cifras. Menos del 50% de los alumnos en programas de formación profesional, y menos del 40% de alumnos en programas académicos participan en algún tipo de aprendizaje en el lugar de trabajo. Y, entre sus recomendaciones, algo obvio: los jóvenes necesitan tener una amplia gama de competencias -cognitiva, social, emocional- para ser exitosos en todos los ámbitos de sus vidas.

En el descanso del bar - Praga

En nuestro país se pretende con el Sistema de Garantía Juvenil intervenir en esta enorme brecha creada entre los jóvenes y el mundo laboral, donde, además de una serie de medidas articuladas desde el gobierno, se persigue un trabajo en red. Dada la importancia de la perspectiva local se están creando Mesas Técnicas de Coordinación de Garantía Juvenil, cuya función es crear una red de cooperación entre diversas instituciones y agentes sociales aprovechando el ámbito local como espacio privilegiado para dar una respuesta eficaz a la integración socio-educativa y laboral de los jóvenes.

Este espacio de trabajo, que hereda experiencias similares de otros países y épocas, quizá sería el lugar apropiado para potenciar iniciativas encuadradas lo que se ha denominado “Jóvenes Sí-Sí”, enfrentándonos a una calificación negativa derivada de la condición social que sufren nuestros jóvenes. El Banco Interamericano para el Desarrollo publicó en 2014 un interesante informe denominado: “Los jóvenes Sí-Sí: Experiencias y aprendizajes de Organizaciones de la Sociedad Civil para la transición de los jóvenes entre educación y trabajo«, en el que aborda la experiencia de la Mesa Temática de Desarrollo Juvenil, donde se intercambiaron iniciativas de diversas entidades sociales que intervienen en la transición educación-trabajo, e identifica la variedad de tipos de intervención y las lecciones aprendidas y factores clave para su réplica en otros contextos. Entre sus argumentos, esgrimen que la Organización Internacional del Trabajo señala el aumento sin precedentes de jóvenes desempleados con proyecciones en alza. Se resalta que entre las consecuencias de este fenómeno, junto con la falta de trabajo o su degradación, emergen amenazas a la organización de la vida, la identidad y el entorno social. Unido a un efecto cicatriz de los períodos de desempleo e informalidad laboral temprana en la trayectoria de los jóvenes.

Las experiencias analizadas y puestas en valor se desarrollaron en Argentina donde, al igual que en España, la dificultad principal para los jóvenes no solo radica en acceder a un empleo y desempeñar adecuadamente las tareas, sino en sostener una rutina de trabajo. Entre sus recomendaciones aparece que las organizaciones de la sociedad civil tienen la capacidad de ofrecer modelos más flexibles para atraer a los jóvenes, debido a su conocimiento profundo de la realidad local. Un conocimiento que les otorga un papel relevante en el diseño y ejecución de los programas, así como, a la hora de dar continuidad a las acciones y conseguir resultados a más largo plazo.

Los tipos de intervención detectados son:

i) protección (trabajo infantil-adolescente);
ii) educación formal (finalización y/o reingreso a la escuela);
iii) formación para la empleabilidad (formación complementaria durante la escuela secundaria, habilidades socio-emocionales, capacitación en oficios y/o herramientas para el trabajo, experiencia en el mercado laboral como capacitación);
iv) intermediación laboral;
v) emprendedorismo (emprendimiento, capacitación, acompañamiento y financiamiento);
vi) investigación, transferencia e incidencia (generación de información y conocimientos, transferencia a otras OSC e incidencia en políticas públicas).

Entre los factores clave determinantes del éxito de estas iniciativas, figura el desarrollo de habilidades socio-emocionales entre los jóvenes para abordar la transición del escenario educativo al laboral, un eje transversal a las restantes intervenciones.

De las lecciones aprendidas, en el ámbito de Formación para la Empleabilidad, quisiera distinguir las siguientes:

  • a) Realizar un acompañamiento personalizado: los aspectos que más valoran los jóvenes son la motivación, los consejos y la confianza transmitidos por su “acompañante”. Esta tarea requiere continuidad y paciencia, porque los resultados se perciben después de dos o tres años de trabajo continuo y con buen vínculo personal y de aprendizaje.
  • b) Respetar las elecciones de los jóvenes durante el acompañamiento: la cercanía del tutor con el joven no implica inducirlo a su perspectiva. Debe acompañar la toma de decisiones en el largo plazo, pero también permitir que transite su propio camino sin perder la dimensión individual.
  • c) Promover la grupalidad: se debe generar un ámbito de motivación y solidaridad entre pares, que fomente la retención de los jóvenes dentro de los programas.
  • d) Institucionalizar las prácticas profesionales (pasantías): mediante acuerdos formales y claros respecto a las expectativas y responsabilidades de quienes realicen dichas prácticas y las empresas.

Es evidente la necesidad de establecer mecanismos de alianza público-privadas para acercar la oferta laboral de los jóvenes a las necesidades del mercado, y articular procesos de intermediación para lograr inserciones laborales más efectivas. Las experiencias y métodos incorporados en este informe del BID son muy ilustrativos. Parten de un posicionamiento fundamentalmente positivo respecto al papel que cumplen los jóvenes al superar los obstáculos para su inserción social, de ahí que hablen de “Jóvenes Sí-Sí” convencidos de que, cuando se ofrecen espacios y oportunidades con los recursos adecuados para que ellos mismos asuman un rol activo, se observa una actitud vital muy alejada de la visión negativa que muchas veces predomina en la opinión pública.

Esta estrategia de enfoque positivo debería predominar en las actuaciones que pongamos en marcha en nuestro entorno. Sin descartar una realidad evidente, a saber, que por mucho interés, por mucha metodología cooperativa y de intercambio de experiencias y trabajo en red, mientras no se produzca una oferta laboral por parte de nuestro sistema económico y empresarial, con salarios dignos que permitan la autonomía de los jóvenes, difícilmente lograremos dar una respuesta eficaz a las amenazas que denuncia la OCDE.

NOTA: Este artículo se publicó, con un texto más reducido, en el diario La Verdad de Murcia, el día 8-6-2015

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