La tregua como un viaje interior
por: Gabriel Navarro

“Estoy seguro de que tanto en el corazón del vacío como en el corazón de los hombres hay fuegos ardiendo.”
YVES KLEIN

Hacía tiempo que una exposición no me provocaba el reto de verme inmerso en la confrontación de un viaje interior de inusual recorrido. Sensaciones que no solemos encontrar en nuestros hábitos cotidianos entre los que articulamos mecanismos para evitar escenarios que nos sorprendan y puedan alterar la misión de nuestro trabajo, de nuestra familia y amigos, de nuestro entorno.

Casi siempre, cualquier obra artística que se precie de serla nos incita alguna clase de emociones e ideas de signo diverso, y a veces contradictorios, pero no todas poseen la facultad de impulsarnos hacia trayectorias donde lo íntimo y el espacio donde se desenvuelve la obra y nuestros cuerpos consiguen una sintonía única. Y esas sensaciones las he podido vivir y disfrutar con la insólita obra “La Tregua” de Ángel Haro en La Tabacalera, Espacio de Promoción de Arte. Con la oportunidad añadida de visitarla en un momento inicial, sin haber leído nada sobre ella, ni los contenidos de su interesante catálogo, ni lo publicado en los medios. Sabiendo, nada más, que se trataba de un encargo al artista para invadir y crear en el gran vacío del espacio laberíntico de La Tabacalera. Y volver a recorrerla, a continuación, con el propio autor escuchando sus motivaciones creativas, sus retos, sus intenciones con el espectador, su visión global y compleja de las vivencias humanas y su representación simbólica, para que sean intuidas, proyectadas o revividas en lo posible por quienes se aventuren a transitar los sucesivos relatos que incorpora en este trayecto.

Era inevitable, al conocer el título de esta obra, pensar en ambientes donde apareciese la hostilidad de los contrarios y su cese, los momentos de confrontación y de paz. Lo que no esperaba era iniciar la OBERTURA con una suerte de naufragio donde los restos de un artesanal y nostálgico barco atunero de Cabo de Palos nos muestran de forma majestuosa sus entrañas, con la huella de la sangre de los peces que almacenó. Un naufragio que puede simbolizar el fin de nuestros proyectos y esperanzas y, al mismo tiempo, el acontecimiento radical para comenzar una nueva aventura. En todo momento en el que vamos rodeando y tocando pieza a pieza los trozos en los que está seccionado este barco, nos sugiere tanto la idea de vulnerabilidad de nuestras vidas, como de recomposición de su conjunto para volver a navegar a pesar de la oscuridad.

OBERTURA - LA TREGUA - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

«Hundido en las tinieblas, me di cuenta entonces de que no había estado tan solo en las horas  del día. Estaba más solo en la oscuridad, en la balsa que no veía pero que sentía debajo de mí, deslizándose sordamente sobre un mar espeso y poblado de animales extraños.»
Gabriel García Márquez. Relato de un náufrago

ANGEL HARO EXPLICANDO SU MAQUETA DE LA TABACALERA

Cuando atravesamos la gran sala que nos recibe La Tabacalera accedemos a la maqueta que el propio Ángel elaboró, como buen escenógrafo, para tratar con maestría las maneras de abordar estos complejos espacios, las rutas que inicialmente pensaba utilizar para el tránsito de los visitantes, y las adaptaciones que tuvo obligatoriamente que asumir por las limitaciones del edificio, o bien, las innovaciones técnicas que entre él y su equipo han aportado a este espacio para conseguir cierta versatilidad en las iluminaciones y en su acústica. Tareas nada fáciles.

LA TREGUA - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

Al continuar por el enorme pasaje que nos permite acceder a las sucesivas salas y que se prolonga hasta su final orientados por los brillos luminosos del “giroscopio”, nos enfrentamos a la obra que da nombre al conjunto, LA TREGUA, en la que con trazos y manchas sinuosas de tinta se nos transmite una continuidad vital que no interrumpe la disposición troceada de su conjunto. Las líneas superan y engarzan los sucesivos límites de cada fragmento. Depurada abstracción de nuestro sentido vital más profundo. Contemplarlas después del naufragio anterior (e interior) constituye la apuesta esencial por visualizar qué representaciones nos otorgamos a nosotros mismos en nuestros cortos periodos de tregua frente a los conflictos interiores y nuestro entorno.

LA TREGUA - ANGEL HARO (2). Foto: Gabriel Navarro

Lo que nos sugiere LA TREGUA es que el naufragio no es un final atroz. Y, a mi entender, convierte el espacio en un túnel de estética taoísta al jugar con la resonancia y la armonía entre la obra y el espectador y estimular un constante entendimiento entre la forma y el vacío de este extraño espacio. Un túnel en donde resuenan, sin solución de continuidad, las distintas melodías y mensajes sonoros que acompañan cada estancia. Como expresa el propio Ángel Haro: “Es la pieza encargada de llevar al espectador por el recorrido como una espina dorsal y es la que más se compromete con el espacio.”

LA TREGUA - ANGEL HARO (3). Foto: Gabriel Navarro

En este sentido, nos llama la atención al comenzar el tránsito por esta extensa pintura su particular iluminación de contrapicado que proyecta nuestras propias sombras, y las de quienes nos acompañan, a lo largo de toda la obra. Juega el artista con nuestro rol de paseantes y de espectadores, nos inmiscuye como improvisados protagonistas en una supuesta caverna platónica donde lo que vemos puede adoptar múltiples interpretaciones: ¿difundimos nuestro ser entre las líneas y manchas, lo que fuimos, lo que podemos ser?  Quizá radique ahí una de las claves de la tregua o treguas que nos ofrecemos.

En la siguiente estancia nos invita a indagar en un ESPACIO LATENTE y nos muestra su zona de paso con un maravilloso lienzo que simboliza ese tránsito que nos vemos obligados a efectuar en ciertos momentos de nuestra vida para intentar conocer algo de lo que sucede en nuestro inconsciente, una obra que incorpora parte de las líneas de tinta de LA TREGUA, junto a profundos óleos azules, verdosos y negros que nos anuncian la posibilidad de un abismo interior y que nos traslada, desde potenciales diagramas del ritmo cardíaco, hacia los reflejos de un profundo mar en el que nos perdemos. Es como un símbolo del preconsciente: ese lugar de tránsito entre la conciencia y el inconsciente donde, según el psicoanálisis, se sitúan todos aquellos deseos e ideas que, aún sin estar constantemente en la conciencia, pueden aflorar a ella sin problema y no tienen que soportar ningún proceso de transformación.

ESPACIO LATENTE - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

En ocasiones, cuando he contemplado anteriormente la obra pictórica de Ángel Haro, me recordaba en cierta manera a otros geniales artistas como Robert Motherwell y Modesto Ciruelos, maestros del denominado expresionismo abstracto. En esta ocasión, creo sinceramente que la pintura que representa ese ESPACIO LATENTE es una ingeniosa síntesis en un cuadro del conjunto de la intervención que hace en La Tabacalera y supera con creces mucho de lo pintado por él hasta la fecha, con un sincretismo intencionado por el relato que sugiere el autor y que deviene en una gradual superación de estilos.

LATENTE - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

En la zona donde se proyecta un delicado, sutil y estremecedor montaje de video-arte denominado LATENTE tenemos la oportunidad de sentarnos para disfrutar de imágenes y sonidos que nos vuelcan paulatinamente hacia nuestro potencial inconsciente. Una variedad de significaciones oscilantes entre las siluetas y movimientos dramáticos de nuestro imaginario guerrero interior, hasta los paisajes velados de nuestros sueños, que avivan la emergencia de fantasías.

LATENTE (2) - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

En INTERIOR LATENTE nos embarga la duda de qué hacer con la armadura de dicho guerrero interior, ante el movimiento constante de nuestro inconsciente movido por impulsos circadianos que residen, como algunas medusas, en las profundas arenas del mar. Una señal que quizá nos lleve a comprender hasta qué punto estamos fundados en el horror de nuestras batallas más recónditas.

INTERIOR LATENTE - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

Una de las obras más enigmáticas es INTERIOR IGNEO donde el espectador se enfrenta a tres focos donde prestar su atención, además del conjunto inquietante, pues, en el terreno de las sombras surge un fuego imperturbable, una lava que puede alimentar nuestros impulsos de fundirnos en ella o de esparcirla a nuestro alrededor. Frente la cual se presenta un sillón surrealista pero, súbitamente, acogedor ante el que no podemos impedir vernos sentados en él. La misteriosa escena se esboza al comprobar que la esperada sombra del imaginario espectador a la espalda del sillón no proyecta más que una inmensa huella roja indeterminada, un haz de luz ardiente que diluye nuestros instintos de vida y de muerte.

 INTERIOR IGNEO - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

La continua Tregua nos lleva a contemplar el reflejo de la obra de un artista, que podríamos ser ficticiamente cada uno de nosotros. En NARCISO no podemos ver reflejado nuestro rostro salvo que decidamos invadir el espacio mágico entre el espejo del lago de nuestros sueños y la pintura sostenida en volandas. Como diría Szarkowski, un “espejo” es una narrativa introspectiva, pero nuestra posible narración es atravesada por la metáfora del reflejo que contribuye a significar lo artificial de nuestra autonomía y nuestra distancia con la obra colgante. Su visión me evocaba una enorme variedad de significados.

NARCISO - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

 

NARCISO (2) - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

El GIROSCOPIO siempre estuvo allí. Esa es otra de las sensaciones que permanecen en mi retina. Desde que entras en el túnel de La Tregua, lo divisas al fondo, te sugiere formas y colores que incitan a intentar identificarlas, pero no sirve para eso. Puedes disfrutar en su contemplación lúdica, pero es una guía, como un faro-guía que te orienta hacia dónde dirigirte, y dónde no esquivar tus intuiciones. La música que lo envuelve, que es resultado de una mezcla de todos los sonidos, lo convierte además en un punto de solaz ineludible que al principio te hace dudar hacia donde continuar y, rápidamente, te enmarca la sala como una nueva fase en el camino.

GIROSCOPIO - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

En MEMORANDUM la primera idea que me vino a la cabeza era la necesidad imperiosa de guardar nuestras sucesivas memorias en cajas perfectamente tapadas, mediante unas tapas de madera de rojo intenso y ceremonial, pero la referencia del artista viene del cementerio del Père-Lachaise de Paris al impactarse por las placas de los nichos de urnas cinerarias. De ahí la colocación en forma de cruz atípica. Adosada al Memorandum (una paradoja), se encuentra una de las obras que más me impresionaron: ODALISCA quizá el mayor ejemplo de abstracción pura que vemos en esta instalación, una escultura abstracta fundamental en la que destaca la configuración de formas geométricas que sintetizan a la sensual mujer que puede convertirse en amante, en madre, en diosa. Una de las múltiples imágenes que invadieron mi mente era la de una vagina transformada en nasa de pesca donde, irremediablemente, los peces que entremos ahí no podremos escapar. ¿Será un resto del naufragio?

ODALISCA - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

En TRAMPA DE SUEÑOS comprobamos que en la mayoría de ocasiones, antes de llevar a realidad nuestros sueños, la motivación más certera es atraparlos. El artilugio debe comprender elementos que encajen en el exterior y en nuestra mente. No es preciso emular a los indios nativos en sus ritos mágicos. El reto que nos plantea el artista es reconstruir una nueva nave, o algo similar para superar naufragios pretéritos, con esculturas en las que maderas y telas otorgan un dinamismo particular, con el fin de que cada uno intente ensamblarlas tal como sepamos y fugarnos con los sueños asidos por una ventana claroscura de incógnitas. Dicen que soñamos en blanco y negro. Y quizá la escena global de esta Trampa de Sueños la debamos ver antes en sus tonos grisáceos. Permitiendo después descubrir el intenso color de las piezas al intentar unirlas para su misión.

TRAMPA DE SUEÑOS - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

 

Detalle de Trampa de Sueños - Ángel Haro. Foto:Gabriel Navarro

ESTRELLA DEL NORTE no es el final de La Tregua en La Tabacalera. Es la prueba de que vivimos en un viaje continuo, con leves paradas en estaciones indeterminadas, con una variedad de vagones que construimos con los materiales que tenemos al alcance, (como los Folitraques con los que nos asombró también Haro) y con las habilidades y sabiduría que nos hayamos pertrechado.

ESTRELLA DEL NORTE - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

Las impresiones y expresiones visuales y sonoras del tren que ilumina un viaje interior, confrontadas a los paisajes de afuera que inciden en nuestra mirada, no sólo animan el deseo de comenzar nuevos viajes, y jugar con los originales cachivaches. Nos impele, también, a revisar la intimidad en la medida que, sumergidos en la música y la estela del tren, nos acerca y aleja de lo siniestro. Es un reencuentro con sí mismo, un intento de recuperar lo placentero de la infancia y los anhelos, rechazando la protección de la penumbra interior como simples espectadores.

ESTRELLA DEL NORTE (2) - ANGEL HARO. Foto: Gabriel Navarro

Estas y muchas otras sensaciones provoca la genialidad creativa de Ángel Haro en LA TREGUA, donde sus facetas de artista y escenógrafo se funden armoniosamente, y que os animo sin duda a visitar.

“Me interesa “calentar“ la geometría con las inflexiones del gesto.»
Ángel Haro

En la penumbra de La Tregua. Foto: Gabriel Navarro

(Exposición del 14 de MAYO – 22 de JUNIO 2014 )

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