Hackers entre los chicos
por: Gabriel Navarro

“Tenemos que ayudar a la gente a descubrir sus pasiones creativas en la vida y poder desarrollarla.”
Pekka Himanen

Una de las claves para el desarrollo de la tan deseada creatividad de los sujetos en su crecimiento personal y en la puesta en práctica de iniciativas profesionales y emprendedoras que requiere este intenso periodo de crisis y de incertidumbre reside en los nuevos principios éticos que deberían sustentarla, además de la implantación de procesos educativos más pertinentes a nuestra época y de mayores oportunidades de acceso al conjunto de la población.

Recientemente Pekka Himanen, uno de los autores que más han contribuido a conceptualizar una nueva ética con su famosa obra “La ética del hacker y el espíritu de la era de la información” que ya nos impactó saludablemente hace una década, nos recordaba en una entrevista realizada por Andrés Hax, que su planteamiento se basa en “una nueva ética de trabajo que reemplaza la ética de trabajo de Max Weber. Pero al mismo tiempo es el comienzo para un proyecto más grande para comprender esta cultura de la creatividad”. Ello se observa, entre otros lugares, en la expansión de una ética de trabajo creativo en el mundo de los negocios. Y defiende que adoptar el espíritu hacker en esencia significa hacer las cosas con alegría y pasión dentro de un colectivo que comparte los mismos valores. Parte de una idea simple pero rotunda: el hacker tiene dos principios fundamentales: arreglar lo que no funciona y, lo que funciona, déjalo en paz.

Este filósofo de la sociedad de la información está convencido de que “la educación es el único lugar donde la igualdad de oportunidades se puede ofrecer de verdad más allá de cuál es tu entorno social o económico. En una sociedad justa tienes igual oportunidad para realizar tu potencial único en la vida. En Finlandia hemos podido crear una combinación donde tenemos escuelas públicas, gratuitas y de excelente calidad. Hay mucha inversión del estado en la educación de docentes.” El sistema de educación es el espejo de la sociedad. Es el espejo de nuestros valores verdaderos.

A partir de sus observaciones señala que los chicos desde cuatro años a doce años, son todos, originalmente, hackers. Y tendríamos, pues, que parar de sacar de ellos ese hackerismo originario. Porque el tipo de preguntas que todos somos capaces de preguntar sobre el mundo con curiosidad y pasión sobre todo ya está en los chicos. Como expresaba en su imprescindible libro: “El ejemplo de la capacidad de niños de diez años para aprender cuestiones muy complicadas de programación habla muy a las claras de la importancia de la pasión en el proceso de aprendizaje, a diferencia de lo lenta que les resulta a menudo la educación a sus coetáneos en las escuelas tradicionales.” (pag.56)

IMGP4818

La cuestión que nos planteamos es si, además de defender estos postulados tremendamente actuales y necesarios y proyectarlos hacia los responsables de nuestro sistema educativo, el conjunto de la sociedad y los medios de comunicación asumen con espíritu crítico y mente abierta esta clase de ética y su repercusión en los diversos ámbitos de la enseñanza y las iniciativas emprendedoras.

Hace unos días nos llamaba la atención una noticia aparecida en el portal web de Trece Bits con el rimbombante titular “La mayor parte de los hijos engaña a sus padres en Internet” , un post que después se ha repetido en varios portales con el mismo contenido (por aquello de aprovechar algo que dice quien se le supone cierta reputación), y en el que llama la atención no encontrar ninguna referencia a la fuente documental original en la que se basa. Entre los datos supuestamente asombrosos que incluye, se dice conforme a un estudio que ha llevado a cabo la firma de seguridad McAfee: “El 71% de los adolescentes asegura que sabe cómo ocultar a sus padres su actividad online. Este dato se relaciona con que casi un tercio de los padres europeos (el 31,8%) cree que sus hijos les cuentan todo sobre lo que hacen en Internet y un porcentaje más alto, el 63,6%, cree que sus hijos no accede a contenido online inapropiado.” Entre otras afirmaciones se transmite (intencionadamente o no), pues, un mensaje de miedo y sobre la necesidad de controlar la actividad on-line de los hijos.

Una vez indagadas las posibles fuentes informativas (y si hay otras ruego que me lo hagan saber, por favor) encuentro en la web de la empresa McAfee un informe fechado en junio 2012, con mayoría de datos de 2010 centrado principalmente en adolescentes estadounidenses, el cual fue ya difundido el verano pasado pero no aparece ninguno específico aplicado en Europa, ni tampoco una nota de prensa al respecto (al menos en su sitio web en español). Pero cuya estructura de contenidos responde exactamente al guión de análisis del citado informe del mes de junio pasado. En la misma página web se puede acceder a una interesante guía de “seguridad familiar” dirigida a los padres donde encontramos algunas orientaciones prácticas, junto a la evidente recomendación de uso de los programas y aplicaciones informáticas que produce y vende la citada empresa para asegurar la correcta conducta de los hijos y adolescentes en su navegación por la red.

A estas alturas, creo que nadie puede negar los peligros que pueden canalizarse a través de la red para cualquier persona (sea niño o adulto) y la conveniencia lógica de articular en determinados casos algunos mecanismos que ayuden a sortear dichos peligros. Pero así mismo, debemos superar etapas obsoletas de titulares que persiguen sobre todo aumentar la audiencia de los medios, incluidos los medios digitales. Con el (otro) peligro de estimular estilos de enseñanza en el seno de las familias, o en otros contextos educativos, que consiguen básicamente bloquear o “sacar de ellos ese hackerismo originario” que mencionaba antes Himanen.

Es difícil lograr un equilibrio eficaz entre las posturas precavidas y de cautela ante los usos que hacen los más jóvenes de la web (en casos derivan en actitudes temerosas y apocalípticas) junto a, o frente a, las posiciones que defienden de manera incuestionable las bondades de la sociedad de la información para la conducta social de los individuos. Pero ya no somos novatos. Y una de las primeras cosas que deberíamos preguntarnos cuando vemos noticias de esa índole es ¿qué pasaba antes de la irrupción de las TIC en nuestras vidas? ¿Alguien puede manifestar con certeza si en nuestras vidas pasadas más “analógicas” era menor el porcentaje de chicos que engañaba a sus padres sobre lo que veía, lo que escuchaba y lo que tocaba?

Supongo que para muchos de ustedes no le supondrá mayor complicación reflexionar sobre porqué una empresa de seguridad informática no invierte en estudios e investigaciones sobre los múltiples ejemplos de cooperación, colaboración y aprendizaje mutuo que los jóvenes y niños han producido en la web social y por medio de las TIC.

El problema de la seguridad de los niños en el uso de Internet es de tal importancia que aparece como elemento relevante en la Agenda Digital Europea, en torno a la cual hace unos días la UE y EE.UU. firman una declaración conjunta para hacer Internet más seguro para los niños.  También es lógico que los padres se preocupen sobre la conducta social de sus hijos, así como en los escenarios virtuales donde cada vez depositamos más nuestro tiempo como ciudadanos. Sin embargo, las múltiples recomendaciones de controlar lo que hacen en Internet y la conveniencia de hablar con ellos sobre estos asuntos, pueden caer en saco roto, si no se parte de una práctica de conducta paterna que afecte a la generalidad de la interacción con sus hijos. Se trata de hablar con ellos, comentar con ellos y jugar con ellos, aunque no sólo en lo que se refiere a Internet y sus potenciales peligros.

Ante estas actitudes hay especialistas que proponen que se garantice la privacidad de los niños en la Web, y cuando hablamos anteriormente del caso de Adrián mencionamos la iniciativa de un Decálogo de derechos de los/as estudiantes ante la Tecnología educativa. Pero la mayoría de padres y madres quieren principalmente vigilar. Y así Internet y las TIC (los móviles, p.ej.) aparecen como amenazas, en vez de oportunidades. Frente a esas noticias y esas conductas que se derivan de aquéllas, se trataría de fomentar, como sugieren desde Pantallas Amigas, Habilidades para la Vida y desarrollar con los adolescentes y niños una permanente Comunicación Educativa entre otras estrategias.

Muchos opinamos como Himanen cuando expresa: No hay nada en Internet que no estuviera en nosotros en un primer lugar. Y como dice Eva Rotenberg, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, «Los padres que necesitan controlar es porque no tienen un vínculo de confianza ni de seguridad afectiva con su hijo, que es el que permite que sus padres sean sus referentes y que no incurran en situaciones de riesgo en Internet».

El contexto de esta clase de noticias provoca que muchos padres pongan una intensa atención sobre los posibles “hackers” (malos) que puedan entrar en la vida de sus hijos/as, más que en las opciones de que estos hackers de nuevo cuño y nueva ética se encuentren entre los mismos chicos, tal y como relata Himanen.

A muchos padres les gustaría tener un/a hijo/a inteligente y creativo/a como el joven de 16 años que resuelve un enigma matemático planteado por Newton hace 350 años, pero, siendo conscientes de las probabilidades de que ello suceda, el empeño de que esa creatividad pueda emerger depende, entre otras cosas, de la superación de varios miedos. Pekka Himanen recomienda que todo el mundo lea El hombre en busca del sentido de Viktor Frankl. Al reflexionar sobre el efecto de esos titulares rimbombantes que hemos comentado, valdría la pena pensar las siguientes frases que encontramos en el libro de Frankl: “Además de la intención excesiva, …, la atención excesiva o «hiperreflexión», …., puede ser asimismo patógeno (es decir, producir enfermedad). (p. 122). Y, “… por una parte el miedo hace que se produzca lo que se teme y, por otra, la hiperintención estorba lo que se desea” (p. 123). En consecuencia, vale la pena que seamos más críticos con lo que leemos y con lo que actuamos, y pensemos más en las oportunidades que les ofrece a los chicos Internet y las TIC, pero junto a ellos.

REFERENCIAS:

PEKKA HIMANEN: La ética del hacker y el espíritu de la era de la información.
http://es.wikipedia.org/wiki/La_%C3%A9tica_del_hacker_y_el_esp%C3%ADritu_de_la_era_de_la_informaci%C3%B3n

VIKTOR E. FRANKL: El hombre en busca de sentido. Editorial HERDER 1991 (obra original de 1946)

Compartir en Facebook