Inteligencia Colectiva frente a ignorancia pluralista
por: Gabriel Navarro

Ante la exigencia de ciudadanía, de ejercicio de sus derechos e integración social que se reclama a los jóvenes, nos encontramos con la paradoja de que, en ocasiones, se asombran determinadas instituciones públicas y algunos adultos cuando ellos actúan en consecuencia. Con muestras de sentimientos contradictorios: espetando por un lado, «se pasan del límite», «son anti-sistema», «se quejan pero, no votan (a mi partido)»; y, por otro, «debían haberlo hecho antes», «son unos cómodos bien mantenidos», «les falta espíritu emprendedor», «no se esfuerzan», etc….

Acontecimientos como los que estamos compartiendo en torno a las movilizaciones del 15 de mayo provocan tanto reacciones de apoyo y de rechazo, como expresiones contenidas de culpabilidad. Si a los adultos nos hubieran dicho hace diez años que se iban a constituir colectivos denominados «Juventud Sin Futuro» o «Democracia Real Ya» habríamos respondido con cierta sorna. Pero es una radical muestra de nuestra realidad, a la cual se ha llegado por acción o por dejadez de toda la sociedad, esencialmente por los adultos quienes detentan mayoritariamente el poder en las instituciones y en el conjunto de las organizaciones sociales. No es cuestión de recordar algunos artículos periodísticos que señalaban hace años que, en el fondo, se estaba jugando una batalla por ver si los adultos ganaban espacio en el mercado de trabajo ante las pésimas perspectivas laborales. Pero da la extraña sensación de que, además de criar a los jóvenes como buenos consumidores, y, a su vez, echarles en cara una conducta acomodaticia y dependiente de la familia de origen, todo ello pudiera formar parte de una estrategia inconsciente de supervivencia en el mercado del capital humano por los adultos y las instituciones. Y aquí vuelve a aparecer la culpabilidad por no saber que «herencia social» legarles y, al mismo tiempo, el temor a no controlar sus repercusiones. Es tal la presión social que ha provocado la crisis económica protagonizada por ese ente singular y milagroso denominado «los mercados», y tan grave la falta de coherencia y sensatez política en las soluciones de nuestros representantes en los diversos gobiernos (ya sea el central, como los autonómicos), que la respuesta predominante de la sociedad era la frustración y el estupor, inundados también por la presión mediática (no hay otra alternativa).

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Según Gérard Mendel (quién nos habló de “La rebelión contra el padre” sobre el mayo del 68), «la culpabilidad humana tiene su origen en el temor al abandono. La cadena completa es ésta: frustración del sujeto – agresividad contra el objeto – fantasma de destrucción de este objeto- temor al abandono- culpabilidad.» Y ese temor al abandono, en un sentido amplio y complejo, del puesto de trabajo y de cierto nivel de vida, al abandono de los hijos (por los padres), al abandono de la familia y de los amigos (por los jóvenes), entre otros graves y reales temores universales que emergen en nuestra “sociedad del riesgo”, bajo lo que Ulrich Beck denominaba “irresponsabilidad organizada”, ha circulado por la base de nuestras conductas sociales. Una de las claves para romper esa espiral hacia el estupor reside en superar la imagen fantasmática de que, si destruimos simbólicamente ese «objeto» que nos frustra con tanta intensidad, podríamos quedar desprotegidos y privados del supuesto bien que nos otorga. Y en los contextos de relaciones sociales esto sucedería sobre todo «cuando una situación es ambigua teniendo duda en si debemos actuar o no, y nos fijamos en los demás para ver cómo interpretan ellos la situación; pero ellos están igual que nosotros, con lo que hay un grupo de personas que no hacen nada”. Esto es lo que se llama «efecto de ignorancia pluralista«: la mala o deficiente interpretación del espectador de un suceso, causada por la confianza en lo que hacen o dicen los demás aún cuando nadie sabe lo que está pasando; todos aguardan y actúan como si no hubiese ningún problema, luego cada individuo usa esta información para justificar su reticencia a actuar. (Wikipedia dixit)

La ignorancia pluralista «se refiere al caso en que prácticamente todos los miembros de un grupo de la sociedad rechazan en lo privado una idea, opinión o costumbre, pero creen que el resto de los miembros la aceptan de buen grado» (Prentice y Miller). Ese comportamiento se supera hoy básicamente con la información de lo que realmente piensan y hacen los demás sobre un asunto. El acceso a la información que nos ofrecen las TIC permite que las situaciones posibles de «ignorancia pluralista» se sustituyan por un nuevo conocimiento compartido entre los individuos, al que se unen escenarios diversos de identificación personal. Lo cual no implica que todo el mundo pueda resolver de facto sus percepciones distorsionadas de la realidad, pero permite procesos de movilización colectiva.

«La movilización para la acción colectiva implica una situación de insatisfacción con la situación existente, una aspiración de cambio, una convicción que eso puede ocurrir por medio de una acción conjunta y, por último, un compromiso personal basado en una aceptación de los fines y medios propuestos» (J. Majfud). Se supone que es una acción racional de una persona fundamentada en un cálculo de costos y beneficios, recursos disponibles y oportunidades de lograr un objetivo que individualmente no podría hacerlo, además de estar persuadido de su validez. Pero hay ocasiones que ese «cálculo de costos» es minimizado o simplemente obviado, cuando los sujetos son conscientes de que ellos no son los culpables de tal insatisfacción. Y aquí la espontaneidad y contaminación creativa de las redes sociales emergen con toda su fuerza.

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Llegamos aquí a un relevante concepto explicativo de las movilizaciones que Sabucedo, Durán y Alzate (2010) denominan «Identidad colectiva movilizada«. Los factores determinantes que la provocan son:

  • La asunción de la pertenencia grupal y la existencia de canales consensuados y legitimados de participación y el grado de inclusividad de la identidad;
  • La identificación de un responsable, conjuntamente con la gravedad percibida de la situación y la sensibilidad atribuida al otro para aceptar las demandas del endogrupo, exoneran al grupo de culpa, disminuyen la necesidad de explicar la desigualdad, crean una representación del adversario y le dan sentido o dirección a la movilización;
  • El «contexto específico de la movilización», los objetivos están predeterminados por la identidad colectiva. La identidad ejerce también una influencia indirecta sobre la acción colectiva a través de su incidencia sobre el razonamiento instrumental lo que facilita los procesos de cooperación.

Y en este marco observamos en la práctica formas de conducta social donde aparece la Inteligencia Colectiva, a saber, «un nuevo modo de producción del conocimiento denominado por Gibbons como socialmente distribuido, donde la identificación de los problemas y la investigación dedicada a solucionarlos se hace a través de una compleja interacción entre especialistas, usuarios y otros actores organizados en redes de colaboración.» Y en cuyo contexto «las identidades se convierten entonces en identidades de conocimiento. Las consecuencias éticas de esta nueva institución de la subjetividad son inmensas: ¿quién es el otro? Es alguien que sabe. Y que sabe, además, cosas que yo no sé.» (P. Levy) Se trata de una inteligencia repartida, valorizada constantemente, coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las competencias. Y cuando se valoriza al otro, se le permite identificarse de un modo nuevo y positivo, se contribuye a movilizarlo, a desarrollar en él sentimientos de reconocimiento que facilitarán, como reacción, la implicación subjetiva de otras personas en proyectos colectivos.

Estos comportamientos sociales son los que se expresan en los movimientos juveniles iniciados en torno al 15M (inicialmente, pues enseguida se han incorporado ciudadanos de otras edades) aunque no le guste a una parte de las organizaciones políticas. Y constituye, así mismo. una idea fuerza que domina también la necesidad de que ofrezcamos una nueva oportunidad a la política, facilitando herramientas y oportunidades para que la Transparencia en la gestión pública, el Buen Gobierno y el llamado Gobierno Abierto se desarrollen positivamente, y en donde la ciudadanía juegue un papel activo y colaborador, ya sea en iniciativas de mejora de su comunidad, ya interviniendo en experiencias de presupuestos participativos. Estos postulados no responden a una ilusión, ni a ninguna utopía, sino a una realidad evidente que se ha aplicado ya con eficacia en muchos lugares. Y, aunque se pueda pensar que nada tiene que ver con esos movimientos del #15M, estas acciones públicas quizá responden a una exigencia social latente, y que podríamos resumir en este momento con la idea de que «la elección de los jóvenes no es más que el reflejo de las prioridades de la sociedad.» (A. Brey)


REFERENCIAS:

A. Brey, y ot. (2009) La sociedad de la ignorancia – edit. Libros Infonomia: www.infonomia.com

S. Damiani (2009) – El Concepto de Norma Social desde un Enfoque Alternativo a La Teoría de la Elección Racional Estandar. Segundas Jornadas de Filosofía Política: convivencia democrática. Mayo de 2009
Bahía Blanca, Argentina. Centro de Estudios Filosóficos y Sociales.

P. Lévy (2004) Inteligencia colectiva: por una antropología del ciberespacio. 8traducción del
francés por Felino Martínez Álvarez) OPS / OMS

V. Navarro (20 de mayo 2011): El movimiento Democracia Real Ya y la hipocresía del establishment mediático. Consultado en: http://www.vnavarro.org/?p=5658

J. Majfud (2008) – La inteligencia colectiva. Revista Iberoamericana de Educación n.º 45/2 – 10 de febrero de 2008

Sabucedo, Durán y Alzate (2010). Identidad colectiva movilizada. Revista de Psicología Social, 25 (2):189-201. (Mencionado por: Juan Carlos Aceros. Grup d’Estudis Socials de la Ciència i la Tecnologia (GESCIT) http://psicologiasocial.uab.es/aceros/ )

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